sábado, 18 de mayo de 2013

Comer insectos


[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 17 de mayo]

La FAO, Agencia para la Alimentación y la Agricultura de la ONU, ha sugerido que la humanidad debería comer más insectos y algas. Es cierto que, especialmente los primeros, ya suponen un parte importante de la dieta de habitantes en México, sudeste asiático y, en menor medida, centro de África.
Y no es menos cierto que, desde un punto de vista de rentabilidad energética, son un alimento más que interesante. Si para producir un kilo de proteína de vaca se necesitan unos veinte de hierba, para lograr lo mismo con saltamontes, bastan apenas con un par de verdes kilos.
Pero comer es un acto cultural. Aquí comemos, algunos, caracoles, pero nadie disfruta en la mesa con las babosas, que son lo mismo, pero sin caparazón. No nos da asco una gamba, con sus ojillos negros, antenas y caparazones, pero somos incapaces de ingerir un saltamontes a la plancha. Y nos lanzamos sobre ostras, percebes y mejillones, que provocarían arcadas en habitantes de otras latitudes.
No duda uno de las buenas intenciones de la FAO. De hecho, es una de las pocas agencias internacionales cuyos estudios y análisis son dignos de consideración, pero mosquea el momento elegido, este de crisis, para lanzar el mensaje. Es sabido que existe el hambre en el mundo, como también que desaprovechamos, según estudios, hasta un 30 % de los alimentos producidos en el mundo. Que el negocio de la agroalimentación es uno de los más rentables, por inevitable, del planeta.
Pero esta noticia, ahora, suena más a resignación, a buscarse la vida —la alimentación— en el campo, que a una llamada de atención. Si podemos comer escarabajos, mariposas, polillas, abejas, avispas, hormigas, saltamontes, pulgones, chinches, cigarras, etc. qué más da la crisis.
¿Para qué queremos prestaciones por desempleo teniendo parques repletos de bichejos que nos podemos comer? 

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