sábado, 25 de julio de 2015

Malas praxis

[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 24 de julio]

De vez en cuando surgen modas, funestas modas, que se extienden como reguero de pólvora ya que el común de los consumidores las considera elegantes. Una de ellas consiste en servir la cerveza en vasos o copas heladas. ¿Por qué? ¿A quién se le ocurrió esta funesta formar de destrozar la bebida?
Veamos. El efecto ‘enfriador’ sobre la cerveza es nimio, más allá de la temperatura a la que venga del grifo o la botella. Se trata de una fugaz sensación sobre nuestros labios que desaparece al instante, en breves segundos. Pero hay más. La fría temperatura del recipiente impide que se forme más espuma y, lo peor, dado que suele haber una ligera capa de hielo en el interior del vaso, estamos consumiendo agua por cerveza. Y si esto es malo para las cervezas convencionales, las Pilsen o lager, resulta funesto para cervezas con más matices, que desaparecen, o se esconden, con el excesivo frío.
No se atreverá uno a afirmar que estemos ante una picardía hostelera. ¡Ojalá fuera así! Se trata, una vez más, de esos mitos que corren por las barras y las mesas, que nadie contrasta y que acaban instalándose en el imaginario colectivo.
Como aquello de que el tinto se sirve a temperatura ambiente. ¿La de la plaza del Pilar en las últimas semanas? La frase viene de la temperatura de la bodega, fresquita ella, en torno a los 16-18 grados, pero nunca de ese comedor abochornado o la terraza al sol. Y, sí, no pasa nada por enfriar el tinto. Una cubitera con hielo y sal –para mantener mejor el frío− ayudará a que ese caldo –aquí sí, caldo− a treinta grados, se convierta en un vino digerible.

Olvide los prejuicios, que siempre conllevan perjuicios. Pregunte los porqués a quien le sirva y pruebe –después ya elegirá− a beber la cerveza en una copa normal o a enfriar sin apuros ese vino tan caliente.

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