sábado, 21 de julio de 2012

Foie


[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 20 de julio]

Andan las buenas gentes revueltas ante la prohibición de comercializar foie en California, por aquello del hipotético sufrimiento de patos y ocas, que son cebados artificialmente para hipertrofiar su hígado y producir el afamado producto objeto de deseo gastronómico. Y como todas las modas, tarde o temprano, llegará por estos lares.
Vaya por delante que uno estima este producto, aunque esté aburrido de contemplar la proliferación del mismo, de dudosa calidad, en restaurantes y bares con pretensiones. Pero esta repentina conciencia hacia los patos parece sospechosa. Y más viniendo de un país donde inyectan antibióticos a la carne de vacuno, en el que se arremolinan decenas de miles de animales —ya sean terneros, cerdos o pollos— en inmensas granjas industriales, sin el mínimo espacio, o donde el maíz y la soja transgénica se cuentan por millones de toneladas.
Es probable que los patos sufran, como los pollos hacinados o los tocinos de granja, aunque no expresen sus quejas. Tampoco se ha oído protestar a los tomates cuando son escaldados o a las lechugas arrancadas sin cariño.
Salvo que uno decida convertirse en crudívoros estricto —o como se escriba— y limitarse a recolectar lo que ofrece la naturaleza, sin arrancarlo por supuesto, una mínima violencia será necesaria para alimentarse. Cultivando y arrancando vegetales; criando animales y matándolos, aunque escribamos sacrificio; sacando pececillos de su húmedo entorno; incluso los huevos que nos comemos podrían ser futuras gallinas...
Tal como andan las cosas, parece más sensato dedicarnos a defender a los agricultores y ganaderos; controlar a las ansiosas cadenas de distribución; vigilar, sin pasarse, las condiciones sanitarias de nuestros establecimientos, etc.
Comer es lo que tiene, que algo —¿alguien?— debe ser ingerido. Aunque sea foie, y malo.

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