sábado, 22 de agosto de 2015

Vuelven los bufés

Bufé del Piazza.
FOTO: gabi Orte / chilindron.es

[Artículo publicado en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 21 de agosto]

La fórmula gastronómica de comer sin límite se afianza en Zaragoza

Aunque el diccionario define bufé como «comida, por lo general nocturna, compuesta de platos calientes y fríos, con que se cubre de una vez la mesa», lo cierto es que la ciudadanía lo asocia con los bufés libres, que están experimentando un considerable auge en Zaragoza. No es un fenómeno nuevo, en absoluto, pues no hace falta ser muy viejo para recordar el del Savoy, aquel que se encontraba en Los Enlaces o el de Casa Jiménez, por citar alguno.
En los últimos años se han consolidado diferentes propuestas. La más nacional y castiza, el de tapas de Las Palomas, lugar de paso para muchos turistas, pero también centro de atracción para los aborígenes. En paralelo, muchos restaurantes chinos se han reconvertido a esta oferta, bien con su comida habitual, bien transformados en ‘japoneses’ para todos los gustos, con profusión de sushis de todos los estilos.
La fórmula es sencilla. Con un precio fijo, que no suele incluir la bebida, el cliente se va abasteciendo de los diferentes alimentos expuestos, que se van renovando según el ritmo de consumo y las disponibilidades de la cocina. Autoservicio –como se llamaban en tiempos− que suele estar complementado por camareros para retirar los platos usados o servir la bebida, y que suelen marcar las diferencias entre unos y otros.
Como si de turistas se tratara, hemos aprovechado estos días turísticos para adentrarnos en uno de ellos, el restaurante Piazza − Plaza del Pilar, 7. Zaragoza. 976 295 964− que, con menos de dos años de vida, se han consolidado como una de las referencias de la ciudad, especialmente gracias a sus toques de comida regional y mediterránea, con la pasta y la pizza como referencia.
Un servicio amable y atento orienta a los neófitos y les explica la propuesta. Que más allá de su carta, las pizzas o las tapas, se sustancia en el bufé libre, por 12,95 euros, sin incluir la bebida, suficiente –se pueden elegir vinos interesantes− y a precio razonable.
Diferentes ensaladas, pastas diversas, paella y Fideuá, patatas asadas conforman el núcleo de los entrantes, mientras que en lo segundos se encuentran chorizos y longanizas, huevos rotos, albóndigas, pimientos rellenos de bacalao, pescado o pollo guisado. Y muchos postres, incluida la fuente de chocolate, que atrae a los más pequeños.
Pues estamos ante un lugar feliz para los más pequeños, que no saben a qué lugar acudir –los glotones tampoco−, con lo que sus mayores también disfrutan. Los platos sucios son levantados de la mesa con prontitud –se cuenta con un timbre para llamar al camarero− y el ambiente resulta agradable, gracias a una decoración minimalista.
La comida está resuelta con correctamente y para los más exigentes basta con esperar a las nuevas bandejas, que llegan continuamente a los estantes; garantía de que acaban de salir de la cocina.

Disfruten, pues, de sus bufés, pero elijan con exigencia, siendo conscientes de dónde están y a qué pueden aspirar. No se trata de una experiencia para todos los días, pero moderadamente es una magnífica opción, especialmente para disfrutar con la familia. Y, recuerden, no hace falta probar todo.

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