Niños en la cocina

 [Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 27 de diciembre]

Otra vez a robarle espacio a Carbonell. El problema es que, todavía, tras dos programas, el firmante sigue sin una opinión clara acerca de MasterCheff junior, que se emite en La Uno. Por la parte que nos toca, la aragonesa quiérese decir, bien que se promocione Dinópolis, entendiendo que la inversión realizada no haya sido excesiva, ya que mitigado el furor por los dinosaurios hay que seguir recordando que el complejo existe y tiene especial interés para el turismo familiar.

Y el programa… A veces uno se indigna ante el trato cuasimilitar a criaturas de menos de diez años, por mucho que tal sea el estilo del programa. Eso de repetir «sí, chef, a sus órdenes, chef» puede remedar –o no, hay muchos estilos− una cocina profesional, pero a uno le ha recordado excesivamente las jerarquías que se aplicaban en los campamentos juveniles de los años sesenta y setenta; sin ideología franquista, eso sí.

Es cierto que se trata de un concurso y los niños –o sus padres− van a competir, a ganar. Pero no lo es menos que a esas edades un par de años de diferencia se convierte en un abismo insalvable. Uno ha de confesar que se ha emocionado en ocasiones con las salidas de los chavales, con sus gracietas, pero también ha sufrido junto a ellos una presión excesiva para tan tierna edad.

Que promociona la cocina entre los más pequeños es verdad. Pero la actividad coquinaria puede entenderse también como colaborativa, como suma de habilidades para contribuir a un fin común, cada uno en la medida de sus posibilidades, que no es otro que disfrutar –y zamparse− lo recién guisado.

Es posible, y uno lo ha vivido, que una veintena de chavales ejecuten en comandita un menú, que compitan de forma razonable, pero sin perder nunca de vista el objetivo: formarse, divertirse y disfrutar postreramente de los sentidos.

Todo ello está, sí, en el programa, pero quizá demasiado diluido. Veremos cómo termina…