sábado, 15 de diciembre de 2012

Televisión y buenos alimentos


[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 158 de diciembre]

Que perdone Carbonell, pero el asunto es fronterizo entre ambas columnas. Pues la tele, es lo que tiene, ha amplificado algunas de las cuestiones que se comentan semanalmente en esta columna. Llega a un gran número de personas, lo que sumado a su impacto visual, puede multiplicar determinadas denuncias.
Es lo que ha sucedido con el magnífico, como casi todos, capitulo de Salvados, que Jordi Évole dedicó a los alimentos. Hasta ha conseguido que una cadena de supermercados, siempre polémica, haya acabado donando productos a los bancos de alimentos.

Del mismo modo que pretendemos ignorar que ese chuletón antes fue un ser vivo, la industria alimentaria trata de obviar el largo y penoso proceso que atraviesan los alimentos hasta llegar a los lineales y las tiendas de proximidad. De ahí que sea tan necesaria la reivindicación de los agricultores como productores de alimentos, además de vigilantes del medio ambiente.
A todos nos gustan los guapos. Señoras, señores, naranjas o borrajas. Pero en ninguno de los casos la belleza es, debe ser, determinante. Cualquiera de esos tomates que ganarían el Miss Universo, palidece ante el sabor de un tomate rosa disfrutado en su temporada y en sazón. Y así con todos los alimentos.
Pero nos han acostumbrado, especialmente en bodas y banquetes, a que todos los platos sean exactamente iguales. Y remedadores que somos, queremos hacer lo mismo es casa. Así, cada tomate en el plato habrá de ser idéntico al anterior, o el filete del mismo tamaño. Y la naturaleza es lo que tiene, diversidad. Las naranjas de un mismo árbol no tienen el mismo calibre; los pollos de granja no crecen por igual —los otros, industriales, parece que sí—; solamente los macarrones son iguales a sí mismos, y no desde hace mucho.
Asumamos, pues, dicha variabilidad, y no seamos esclavos de embandejados con todas las piezas iguales, sean manzanas, berenjenas o codornices. Pues estamos provocando, como soberanos consumidores, la marginación de los desiguales. ¡Solidaridad con todos los alimentos, por más feos que sean!

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