viernes, 16 de diciembre de 2011

Llegan los dos primeros vinos de pago aragoneses, Pago de Aylés, rosado y tinto joven

Jorge Navascués, enólogo de la casa
junto a Inmaculada Ramón. FOTO GABINETE ALMOZARA


Un momento de la presentación pública


Los vinos, a, tinto; l, rosado. FOTO ALMOZARA


Los dos primeros vinos de pago de Aragón ya están en el mercado, para poder ser disfrutados estas próximas fiestas. Los vinos de pago suponen el escalón superior de calidad en los vinos, con requisitos más estrictos que las denominaciones de origen. Pago de Aylés es la primera bodega aragonesa en alcanzar esta distinción, que apenas la poseen una docena de elaboradores en España, ya que cumplir una serie de exigencias, como demostrar que la finca, en la que debe ubicarse la bodega, posee unas

condiciones de suelo y clima diferenciadas y propias. Además el vino debe ser de calidad y reconocido prestigio, con cepas de más de diez años y una tradición vinícola demostrable.

Vino y diseño
En este decisivo paso, Pago de Aylés ha optado, inteligentemente, por un cambio de imagen en sus botellas. Los nuevos vinos de pago vienen presentados en botellas oscuras, serigrafiadas en blanco, con las diferentes letras de la marca para diferenciar los vinos. Así, el primero, el tinto joven, se conoce como el Aylés “a”, mientras que el rosado corresponde a la “l”. A lo largo de los próximos meses se irá completando la serie, con el “y”, un tinto con barrica; el “é”, blanco; un tinto de larga crianza, el “s”, y el “3”, que evoca al afamado 3 de 3000, el vino de más alta gama de la casa.
Lógicamente, los nuevos vinos mantienen la esencia de Aylés, pero tanto la propiedad, como los dos responsables técnicos del vino, Inmaculada Ramón y Jorge Navascués, han querido ofrecer algo más a los aficionados.
Así, el rosado, elaborado a partir de garnacha y tempranillo, busca mayor complejidad, más cuerpo. No es el típico rosado aromático y ligero, sino que ofrece una elegante corpulencia. Un vino capaz de soportar prácticamente cualquier comida y que gracias a si acidez podrá consumirse mucho tiempo después de lo habitual, que suele ser un año. En definitiva, un rosado que enamorará a muchos consumidores de tinto.
Por su parte, el joven también escapa de las convenciones. Con un ligero paso por madera, que le aporta vigor, esta mezcla de merlot, tempranillo, garnacha y cabernet, de bonito color, supera también las expectativas, rompiendo la dicotomía joven/crianza, para situarse en la de vino excelente.
Y lo más importante de todo. A pesar de la complejidad que supone la elaboración de estos vinos y todo su proceso de control, los precios son más que razonables, pues no superarán en tienda los 9 euros. Un placer al alcance de la mayoría.

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