sábado, 9 de febrero de 2013

Verduras


[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 8 de febrero]

Mientras los escasos hortelanos que subsisten en Zaragoza —han bajado en veinte años de 600 a menos de treinta— se quejan del escaso consumo de verduras frescas, opinión ratificada por bastantes verduleros, crece el número de huertos y hortelanos aficionados en Zaragoza y su entorno. ¿Contradictorio? Probablemente, no.
El cambio de hábitos de finales del siglo pasado, con el abandono de la cocina diaria, la compra en grandes superficies, el recurso a los platos preparados, provocó ciertamente que las verduras compradas directamente al tendero, fueran perdiendo espacio en los frigoríficos. Y aunque actualmente, si se quiere, se pueda poner lo anterior en suspenso por la crisis, el fenómeno es universal, occidentalmente hablando.
Sucede que una generación encontró en el abandono de las cotidianas tareas domésticas la liberación personal, incluido el cocinar. La modernidad venía en forma de salsa de tomate, que ya no había que embotar cada verano; tan sólo había que calentar las sopas, una vez descubierto el mecanismo para abrir la caja; el congelador sustituía con éxito a la conserva casera...
Y pasa, también, que otras generaciones más recientes, urbanitas en su formación, añoran de alguna forma un retorno a los orígenes, a lo natural, a lo ecológico, si se quiere. Disfrutan cocinando su comida, tocándola en la tienda, sabiendo que procede de profesionales cercanos.
Ahí aparecen las verduras. Con inmerecida fama de caras —pregunten a los productores— pues apenas sabemos trabajarlas, ejemplifican esa vuelta a lo cercano. A nadie se le escapa que no es lo mismo un cardo cogido en Cadrete, que una lechuga que viene de Almería. Por ello su retorno, además de salutífero, resulta imparable; tan sólo basta con reconciliarse, o descubrir, su variedad de sabores y elaboraciones, recuperando el placer de la cocina.

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