sábado, 16 de febrero de 2013

Sobres


[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 15 de febrero]

Vaya por delante que uno no es especialmente afecto a Arturo Fernández, ni tampoco al actor. De hecho, gracias a una de sus empresas, la que gestionaba la magnífica hospedería de La Iglesuela del Cid, un cocinero y servidor por poco nos quedamos a dormir en la calle, y era pleno invierno del Maestrazgo. Teníamos reserva y, de hecho, impartíamos un cursillo allí al día siguiente. El hotel, de cuatro estrellas —obligada apertura 24 horas— estaba cerrado: no había nadie, hasta el portero estaba de baja. Una protesta formal hubiera supuesto el despido de la trabajadora responsable, derrengada tras una larga fiesta celebrada allí. En fin, dormimos en unos apartamentos de turismo rural.
Pero que nadie se rasgue las vestiduras por unas prácticas habituales en la hostelería, especialmente las de mayor tamaño. ¿O dónde piensan que van a parar esos dineros, sin iva, que se abonan en bodas y eventos? Y no son pocos los trabajadores que, sin pensar el su futuro, aceptan gustosos la práctica para ver incrementados sus ingresos. La picaresca, por denominarlo de forma amable, está extendida por toda la sociedad. Desde los fontaneros hasta los banqueros.
Lo grave del asunto, además del cargo del personaje, es la alegría con que consigue numerosos contratos públicos, sin que nadie se preocupe por indagar en lo lícito de sus prácticas.
Habituales, insisto en la hostelería, no en toda, pero sí en bastante. Esa misma que remolonea habitualmente cuando se pide una factura, «deje sus datos, ya se la enviaremos», y hasta nunca. Que continúa escribiendo sus precios sin iva, en contra de la normativa, para ver si así nos despistamos y gastamos más. Que maltrata a sus empleados con decenas de horas por la patilla...
Y ya la administración suele mirar para otro lado, al menos consumidores deberíamos evitar dichos establecimientos.

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