domingo, 24 de febrero de 2013

Iniciativas para venderse

Borsao, una de las bodegas más exportadoras.
[Artículo publicado en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 22 de febrero]

No está de más recordar de vez en cuando algunas de las interesantes iniciativas que está mostrando el sector agroalimentario y gastronómico aragonés. Que aunque lo esté pasando mal, mantiene el tirón y trata de sobrevivir en estos difíciles tiempos.
Quizá el caso más emblemático sea el sector del vino. Finiquitados prácticamente muchos de aquellos megaproyectos, que solían venir de la mano del ladrillo, las bodegas con vocación de bodegueros y, por supuesto, las de origen cooperativo, están soportando la crisis.

Gracias a la exportación, por supuesto, que está compensando la caída del consumo interno, pero que debe ser de obligado cumplimiento. Si somos de los primeros en el volumen producido de vino —y casi los últimos en su consumo—, hay que vender fuera y tratar de recuperar la cultura del vino dentro. Es lo que están haciendo nuestras bodegas, exportando, pero también auspiciando degustaciones, catas, cenas maridadas, como semanalmente leen en la agenda de la parte inferior.
De la misma forma, se están poniendo las pilas decenas de pequeñas empresas familiares, artesanas, dedicadas desde a la elaboración de helados hasta la cría de pollos ecológicos, pasando por la comercialización de legumbres, mermeladas, azafranes, etc. Conscientes de que el sistema anterior no funcionaba, buscan nuevas fórmulas para dar salida a sus productos. Venta directa a consumidores y hostelería, mercadillos, internet, nuevos conceptos de tiendas... Salidas individuales, si se quiere, quizá no una amenaza para las grandes distribuidoras, pero sí una vía de encuentro con unos consumidores que crecen en número y concienciación.

La restauración, también
También los restaurantes se renuevan. Un buen ejemplo, el Cachirulo, que paralelamente al anuncio de que no abre por las noches, pues su clientela ya cuenta con el comedor del Teatro Principal, abre dos nuevos espacios para el servicio de los aragoneses. El salón pompeyano de la sede de Bantierra, el antiguo comedor del Casino, para los que tengan alguna edad; y el palacio de Larrinaga, un gran desconocido para la ciudadanía, que lo va a recuperar para usos lúdicos.
Y junto a las empresas de mayor tamaño que se reinventan para seguir dando servicio a sus clientes, los pequeños restaurantes, los familiares, especialmente los surgidos de los profesionales de escuelas de hostelería, buscan otras fórmulas para no perder el favor de un público que, ante la crisis, puede perder los buenos hábitos mediterráneos.
Jornadas conjuntas, intercambios de cocineros, degustaciones y eventos, ofertas puntuales, presencia en las redes, cursos de cocina.. Todo es válido para mantener unos establecimientos, nacidos quizá simplemente para dar de comer, pero que deben crecer, aprovechar al máximo sus instalaciones y generar la imprescindible rentabilidad.
Como sucede también con muchas tiendas especializadas, capaces de adaptar horarios y productos a las necesidades de los actuales clientes, desde la venta por internet hasta el servicio personalizado.

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