sábado, 24 de agosto de 2013

Lo artesano

[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 23 de agosto]

Dentro de esta confusión alimentaria que nos invade, la palabra «artesano» parece un valor seguro. Pero el asunto no está tan claro. Al revés, introduce más confusión en un mundo en el que parecen convivir sin problemas lo macro y lo micro, ambos con sus virtudes y defectos. O si no piensen en qué fue de aquellas micrococacolas que aparecieron hace unos años con gran fuerza y hoy apenas subsisten algunas.
Parece evidente que la presencia de la palabra en un bote o lata presente en las grandes superficies, máxime si se decoran con gomitas o mantelitos a cuadros, es un factor que anima a la compra, más allá del posible sobrecoste. Que vende, especialmente si se alía con la añoranza de la comida “de pueblo”, casera o familiar. ¡Cómo si no hubiera pueblos, casas o familias donde se come de pena!
Al escapar de los mentados productos artesanos-industriales, sí podemos encontrarnos con productos auténticamente artesanos, que para eso están definidos por la normativa. Que son una mínima parte de los que llegan al mercado. En general, elaborados en pequeñas explotaciones, con limitada capacidad de producción y a cargo de los propietarios; de ahí, normalmente, se deduce mimo por su trabajo, predilección por las mejores materias primas, así como cuidados procesos de trabajo.
Pero todo lo anterior no implica que el resultado sea satisfactorio. Basta recordar el vino que hace el cuñao en los ratos libres, el paté de la tía del pueblo o las mermeladas de la abuela. A veces buenas, a veces funestas.
Quiérese decir aquí que, como normal general, mejor lo artesano, pero que sea bueno, dentro de su variabilidad. Pues también existen consumidores que prefieren salchichas, cervezas o panes siempre iguales a sí mismos; y tienen derecho a ello.

El resto, los curiosos y amantes de lo local, nos decantamos por esa variabilidad –humana, animal y vegetal−, siempre dentro de la calidad, que enriquece la vida, y no sólo gastronómica.

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