sábado, 4 de junio de 2016

A beneficio de los pobres

[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 3 de junio]

Ya Berlanga ironizó sobre ello en su magnífica película Plácido. Para los más jóvenes: a partir de la campaña franquista «Siente un pobre a su mesa» ideada para unas navidades, el valenciano se reía de la falsa caridad y de cómo la burguesía se limpiaba la conciencia de forma cómoda. Aunque ciertamente suavizó lo filmado, ya que en una primera versión los ricos que invitaban a los pobres se comían las pechugas de los pollos, mientras lo segundos se resignaban con las alitas.
Y por más que la «caridad y beneficencia» parezcan estar reñidas con la gastronomía, por simples razones estéticas, lo cierto es que desde hace unos años están bastantes unidas. Nada que objetar, en principio, a esta alusión a la «mala conciencia» que ayuda a entidades serias como Acción contra el hambre u otras similares, que reclaman nuestra solidaridad cuando, precisamente, estamos disfrutando del ocio y la comida.
Pero sí mucho que objetar a la actual proliferación de eventos, desayunos, comidas y cenas, organizadas por supuestos profesionales cuyos resultados se suelen traducir en un exiguo cheque para la entidad que ha aceptado de buena fe dar la cara y poner su nombre y logotipo. Pues ya hemos visto en demasiadas ocasiones cómo los cocineros ponen materia prima, esfuerzo y horas de manera altruista; el restaurante cede sus instalaciones; los medios regalan la publicidad… pero los organizadores sí cobran por su trabajo, y a precio de mercado, si no más.
Dejando por sentado y escribiendo por delante que la lucha contra todas las injusticias es deber del Estado, lamentablemente –y por mucho tiempo− sigue siendo necesario que existan las oenegés, que llegan donde no lo hace la administración y en muchas ocasiones de forma más eficaz.

Pero de ahí a que avisados pillos, se dediquen a explotar tanto a las organizaciones como a los profesionales que ceden sus servicios existe un largo trecho. Que últimamente se salta con mucha facilidad. Por mucho que uno se duerma con la conciencia más tranquila y la tripa repleta de ricas viandas solidarias.

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