[Artículo publicado por el director de GASTRO
ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 12 de julio]
Cuando se ejerce de guiri, especialmente en tierras muy extrañas para el turista, uno
de los momentos más complicados suele ser la elección del lugar donde disfrutar
de la comida o cena. Descartados por irredentos los que buscan lo más parecido
a su hamburguesería de casa o quienes simplemente necesitan ingerir calorías,
los demás pueden optar por seguir unas mínimas normas, que probablemente les
evitarán experiencias desagradables.
Las guías en papel suelen funcionar,
pero por lo general están anticuadas. Por el contrario, la actualización de los
comentarios vertidos en las diferentes páginas de internet suele ser excelente,
pero no así la validez de los mismos. Desde personales venganzas, hasta
autopromoción, la red está plagada de mensajes equívocos, buscando hacerse con
el candor del comensal. Úselos, pero con moderación.
Mejor una inspección in situ. Lea la carta del exterior y
desconfíe tanto de las muy extensas, como de aquellas con precios inusualmente
bajos; un entrecot cuesta lo que cuesta.
No tenga vergüenza por elegir una mesa
al fondo y escudriñar lo que comen los ya sentados: ofrece mucha información; y
si no le gusta lo que ve, huya.
Elija preferentemente los
establecimientos que optan por lo local, en los que consumen los lugareños y
busque los platos tradicionales de la zona, los de siempre y en temporada; el
marisco de verano no es el mejor, las sardinas, sí. Pregunte inocentemente en
la calle por dónde comer, y confirme la elección, no sea que le haya aconsejado
el cuñado del propietario.
Procure elegir el primer turno para
comer, le atenderán mejor, sea paciente con los pequeños y comprensibles
errores, pero exigente en todo lo demás. El no quejarse, porque ya no
volveremos, redunda en perjuicio para la propia casa y los próximos visitantes.
Y recuerde que siempre es mejor un buen
bocadillo —incluso preparado por usted en la panadería y la charcutería—, que
una mala comida.
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