[Artículo publicado por
el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 31 de enero]
Suelen ser estos días, los comprendidos entre Fitur y Madrid
Fusión, un canto a la gastronomía como cultura, atractor turístico, economía,
etc. Los responsables políticos se llena la boca acerca de la importancia de
esta disciplina transversal –ahí aciertan y del esfuerzo que hacen por
apoyarla. Donde yerran.
Más allá de estos eventos rodeados de fotógrafos, nuestros
dirigentes, en general, se preocupan poco de la gastronomía. Y da fe el
firmante en condición de editor de la única revista de gastronomía aragonesa
presente en los kioscos, ayuna de apoyos institucionales, pero tozuda a la hora
de cumplir su rol social.
¿Cuántas veces han visto a un consejero, concejal o diputado
tapeando por su ciudad? ¿O comiendo con su familia y amigos? ¿Comprando en un
mercado? Sí, los van a ver en los próximos meses –electorales−, pero hablamos
de los pasados, los lejanos de las urnas.
Si la semana pasada se leía aquí que «no será uno quien escriba lecciones,
porque no las tiene», vamos a contradecirnos. Todos apuestan por gastronomías
señeras, inolvidables, únicas, pero se olvidan de conformar, mimar y cuidar, lo
que podríamos denominar ‘comida vulgar’, entendida
como tal lo que dice el diccionario: «común o general, por
contraposición a especial o técnico».
Se busca la notoriedad, la excelencia, el lujo. Pero el
turista come todos los días y no siempre en los lugares señeros. Nadie duda de
los atractivos de las mesas gallegas, pero poco serán capaces de citar afamados
cocineros o restaurantes de dicha comunidad. Porque han conformado su cocina vulgar de manera excepcional, generando
expectativas hacia el producto, practicando el respeto y la sencillez en los
fogones, mimando al cliente que llega hasta allí.
Quizá nuestros principales tiros institucionales deberían ir
por allí. Por una sencillez generalizada, basada en nuestros alimentos
singulares, cuidando la cocina, pero también el servicio al viajero.
Conformando en definitiva esa clase media, vulgar,
que debe ser tan importante que determina todos los gobiernos. Y eso no debe ser
muy complicado.
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