sábado, 1 de febrero de 2014

Gastronomía y política

[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 31  de enero]

La gastronomía está, o sigue, de moda. Más allá de que tengamos que comer todos los días –quienes puedan− o del aprovechamiento televisivo del fenómeno para generar espectáculo –otro asunto es que genere cultura−, las administraciones, o mejor los políticos responsables de las mismas, la han descubierto, aunque sea como eficaz plataforma propagandística.
En tiempos de escasez presupuestaria, cuando resulta imposible grandes proyectos –afortunadamente, por cierto−, los jefes que dice Trasobares, se han dado cuenta de la rentabilidad de la gastronomía. Con lo que cuestan unos cuantos centímetros de carretera o escasas paredes de un edificio emblemático, se pueden afrontar numerosas jornadas, presentaciones, ferias, saraos, etc. Con la foto amable que conlleva y la aquiescencia de empresarios y trabajadores, que esperan así consolidar sus negocios y trabajos, en precario por la bajada del consumo.
Sea bienvenida esta renovada pasión de los políticos por la gastronomía, que ya vivimos, por cierto, en la crisis del 92. Pero también nos gustaría verles consumir en los restaurantes –los caros y los baratos, según la ocasión−, encontrárnoslos en los mercados, fuera de campaña electoral, se entiende; o tapeando como un ciudadano más, aunque el guardaespaldas deba quedarse en la calle.
Y sobre todo, lo que nos gustaría es que el confrontamiento político –ojo, necesario, en cuanto debate de ideas, ingenuo que es uno− no empañe las iniciativas que se están gestando. Hacía tiempo que no se veía a los protagonistas de la gastronomía aragonesa –cocineros, camareros, maitres, productores, consumidores, adláteres, plumillas, organizadores de eventos, etc.− tan ilusionados ante la creación de un frente común, del que surgirán, como está sucediendo, diferente iniciativas.
Pero los jefes, ¡ay los jefes!, no lo acaban de ver. Y si va uno, no va otro, pues parece que no caben en la foto. Y así, electos míos, no iremos a ninguna parte.

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