sábado, 8 de marzo de 2014

Consumir militantemente

[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 7  de marzo]

Recordaba ayer en estas mismas páginas la escritora Almudena Grandes que es partidaria de las huelgas de consumo. De hecho, ha dejado de comprar la más feliz marca de refrescos de cola en tanto continúe su conflicto laboral; aunque quizá no sepa que el exitoso empresario valenciano de supermercados ha aprovechado la coyuntura para subir en sus tiendas el precio del refresco de la competencia.
El caso es que como consumidores podemos, podríamos, ¿queremos?, ejercer presión de una forma muy eficaz, ya que –todavía− gran parte del sistema capitalista se sustenta en la compra de productos y servicios. Actividad que la ciudadanía suele ejercer de forma cotidiana, mientras que el voto se diluye más en el tiempo.
Si todavía hay quien sigue sin afeitarse con esas cuchillas pioneras en la deslocalización, hace ya bastantes años, sería más eficaz dejar de exigir que los cerdos que nos proveen de embutidos no sean alimentados con transgénicos –cuya autorización, al loro, ya no dependerá de Bruselas, con lo que démosnos por transgenizados− y limitarnos a comprar los que así lo garanticen.
Que hay sospechas en la certificación del jamón de Teruel, pues dejemos de consumirlo hasta que no expliquen lo que ha pasado. Que las cebollas vienen de Latinoamérica, pues para otro, pues tenemos aquí. Que esa estupenda berenjena ha sido regada con agua procedente de insensatos trasvases entre cuencas, a dejar la musaka para otro día.
Y si saltamos de la alimentación a otros aspectos, exijamos de verdad que la ropa esté elaborada por trabajadores dignamente retribuidos; que no se expolien países centroafricanos para presumir de un móvil molón de última generación. Y así sucesivamente.

Y sí, puede uno pecar de simplismo e ingenuidad, pero lo cierto es que este consumo exige un poco más de trabajo que votar a las izquierdas cuando toca, y luego esperar a la siguiente convocatoria. Pero resultaría infinitamente más eficaz, a la par que sutil y elegante.

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