[Artículo publicado por el director de
GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 6 de junio]
Que un producto cumpla veinte años de vida, es para
celebrarlo. Pero son muchos los que lo han logrado. Lo decisivo de este
cumpleaños, el de la trenza de Almudévar, es su nacimiento y cómo han logrado
conquistar los mercados.
Como explican continuamente los hermanos Tolosana,
continuadores de una saga panadera familiar, adaptaron a su gusto un producto
ya existente, que conocieron en La Rioja, una trenza de hojaldre repleta de
frutos secos y glaseada. Pero, y esto es lo importante, lo hicieron desde una
filosofía artesana, elaborando pausadamente la masa madre y produciendo según
la capacidad de su obrador.
Además, se preocuparon, al ser un producto nuevo, de buscar
el marchamo de calidad –aquella ‘C’, ahora C’alial−, que avalara su creación y
la situara en su lugar dentro del mercado. De hecho, su precio siempre ha
estado muy por encima de la pastelería industrial, pues lo vale.
Tampoco olvidaron una buena imagen, con un estuche diseñado
a medida, y la promoción hacia el público. Ya aprovecharon con diligencia las
oportunidades de promoción, como las que le brindó el dúo Gomaespuma.
De ahí que, posteriormente, han ido surgiendo diversas
trenzas. Con apellidos muchas de ellas, pero sin alcanzar al original. Es lo
que tiene ser pionero, pero si se mantienen los niveles de calidad, las copias
no son mayor peligro: se dirigen a otro mercado.
Por ello, esta columna se suma al cumpleaños, pues este caso
ejemplifica, como si fuera de manual, los caminos hacia el éxito en la
agroalimentación. Da gusto poderla escribir.
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