[Artículo publicado por el director de
GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 19 de diciembre]
Sí señor, con
dos gónadas. Habló Lobón: «El Gobierno de Aragón está a favor de los
transgénicos» e hizose el silencio. No era para menos, pues nos encontrábamos
en plena rueda de prensa para presentar la nueva junta del Comité Aragonés de
Agricultura Ecológica, y no parecía el mejor momento para posicionarse de forma
tan rotunda. El nuevo presidente, José Miguel Sanz, con exquisita educación,
replicó obviamente que ellos no.
El señor
Lobón y el gobierno del que forma parte pueden estar a favor de los cultivos
transgénicos; es legítimo y –de momento− legal. Y será la ciudadanía la que con
sus votos refrende o no tal postura. Pero como suelen escribir los columnistas
avezados, en política los tiempos y los gestos son tan importantes como los
contenidos. Y no parecía el mejor momento para una afirmación tan radical,
rodeado por esa nueva junta de profesionales del campo que han optado por una
agricultura sostenible y sin productos químicos de síntesis.
(Paréntesis:
Syral, la antigua Campo Ebro, una de las mayores transformadoras de maíz de
España, no puede comprar su materia prima en Aragón, debido, precisamente, a la
ingente presencia de esos organismos modificados genéticamente en nuestra
tierra que, sostiene el firmante, sus consecuencias no han sido suficientemente
analizadas.)
Pero el
consejero iba a lo suyo. De hecho pareciera que su apoyo a la agricultura ecológica
provenía antes de la existencia de un amplio nicho de mercado –economicismo−,
que del convencimiento de su necesidad. Que la tiene.
Es una
opción, pero la producción de alimentos, que es de lo que estamos escribiendo,
no ha de regirse por ralos criterios economicistas o de falsas rentabilidades.
Claro que puede ser rentable el panizo, aunque quizá si computaran las
infraestructuras que pagamos entre todos; las contaminaciones y efectos
invernadero, que sufrimos la población; los costes sanitarios de alergias y
enfermedades relacionadas con una mala alimentación, que, sí, también pagamos
los ciudadanos, las cifras serían radicalmente diferentes.
Apoye pues el
consejero por las razones que sea, pues productores y consumidores de lo
ecológico también pagamos impuestos y creamos riqueza.
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