[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 5 de diciembre]
Hace unos
días, en un bar del centro de Zaragoza, tranquilo, limpio, de los que invitan a
entrar.
−Dos copas de
vino blanco, por favor.
−¿De Rueda o
de la tierra?− Empezamos bien, como si los de Rueda no procedieran de la
tierra, y poniendo por delante lo que está de moda. Por cierto, aquí también se
elaboran vinos con la variedad verdejo.
−De la
tierra, de ésta, un aragonés, por favor.
Y entonces
llega el despitote. Los sirven en dos copas… ¡heladas! Si ya es malo servir la
cerveza en copa helada −otra funesta moda, que jabría que prohibir− en el vino,
en cualquier bebida en realidad, es un auténtico atentado. Se rompe la
estructura del vino, su equilibrio, el trabajo conjunto de la vid y el hombre,
etc.
Para colmo,
tres euros por los dos vinos –lo que le ha costado la botella−, se supone que
por el gasto energético de helar las copas. Tras pagar, elegantemente y con las
copas intactas, la pregunta.
−¿Por qué
esas copas heladas?
−A mí tampoco
me gusta –responde el camarero−, pero a la gente, sí.
Tristemente
ese es el panorama con el que se encuentran los aficionados al vino en
demasiados establecimientos de la ciudad. Incluso admitiendo que el cliente
siempre tiene razón –y la tiene, que cada cual haga con su cuerpo y paladar lo
que quiera, sin imponerse al otro−, lo lógico sería servir el vino como es
debido, fresco y en una copa digna; y si el cliente la quiere helada, que la
pida, cosa dudosa.
El maltrato
al vino, su carestía, la ignorancia de muchos supuestos profesionales, se
encuentra también detrás de las bajas cifras de consumo de vino en nuestro
país, unos 16 litros por español y año. Una botella cada quince días, de las
más bajas de la Unión Europea.
Y como las
bodegas no se pongan las pilas de inmediato, las cifras irán a peor. Pues no se
trata de vender mi vino en lugar del de la competencia. La situación es tan
alarmante que ahora solo cabe trabajar para inducir al consumo, provocando
incluso a los jovenetes, educando a los profesionales en un correcto servicio
y, en la medida de lo posible, ajustando los precios. Y el vino será historia.
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