[Artículo publicado por
el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 4 de enero]
Se viene un año de protestas
populares, tal y como ya han asumido los diferentes gobiernos. Así que, bien
como entrenamiento para los menos asiduos, bien como gimnasia de mantenimiento
para los habituales, proponemos alguna más a modo de sugerencia, relacionadas
con el objeto de esta columna, que quizá vayan surgiendo efecto.
Somos los aragoneses, en general,
poco dados a la protesta individual. Si el café del bar es lamentable, ponemos
mala cara, añadimos más azúcar o una chorrada, y nos lo tragamos, jurando no
volver. Pero está en nuestra ruta de trabajo y... Pues bien, pague y,
educadamente, dígale al responsable del engendro que estaba infumable y que no
piensa volver mientras no lo mejore. Además de contarlo a todos su amigos, que
para eso sirven las redes sociales.
Cuando en ese restaurante, más o
menos estupendo, le ofrezcan sus mejores sugerencias fuera de carta —¿si son
las mejores, por qué no están en la carta?—, exija de entrada su precio. Dado
que no lo hará —somos así—, cuando compruebe a la hora de pagar que el manjar
en cuestión dobla los precios habituales, proteste y niéguese. Es ilegal y al
final se entenderán. Y en cualquier caso, recuérdeselo a sus amigos...
Si en su super o tienda habitual
ha desaparecido su producto favorito, esa lata que tanto le gusta, pregunte,
incordie, llore. Es usted quien tiene que decidir lo que compra, no ellos. Por
supuesto, sugiera que no volverá y lo contará...
Son, sí, pequeños detalles de
rebelión, aunque no infantiles pues en estos tiempos, con la supervivencia de
los establecimientos en juego, es cuando, al fin, el consumidor adquiere su
mayor poder. Utilícelo, educadamente, con una pizca de ironía, pero hágalo.
Quizá no sirva para nada, pero al
menos le mantendrá en forma al salir a la calle de forma masiva.
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