[Artículo publicado por el director de GASTRO
ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 27 de febrero}
Sostiene la Unión Europea que
tiramos a la basura, como media, 179 kilos de alimentos por persona y año.
Afirma también que el 18% de los consumidores no comprende la famosa frase
«consúmase preferentemente antes de...». Y respalda, además, que vuelvan los
alimentos a granel.
Más vale tarde que nunca. Al
aceite de oliva, al de verdad, el simple zumo, hay que llamarlo «aceite de
oliva virgen extra», pues el nombre obvio se reserva para el refinado
industrial, con gran satisfacción de las enormes aceiteras. Yogur ya es
cualquier cosa, aunque los bichitos
estén muertos, para placer de algunos fabricantes lácteos. Ya no sabemos qué
frutas son de cada estación, pues pasan meses y meses en cámaras. Y tratar de
comprar en un súper sin salir repleto de plastiquillos, barquillas, enormes
cajas semivacías, es casi misión imposible.
La industria alimentaria, una de
las más potentes del mundo, sabedora de que procuramos comer tres veces al día,
se ha aplicado desde hace décadas en modificar nuestros hábitos, en colocarnos
mercancía manufacturada que supone una ingente cantidad de residuos. Con
excusas como la salubridad, la comodidad o astutas promociones publicitarias.
Ahora, los mismos que han
legislado según los dictados de esa industria parecen abrir los ojos y se
asustan ante el despilfarro que ellos han propiciado. Algo bueno ha tenido la
crisis.
Y ya que nuestros parlamentarios
bruselenses se han puesto a trabajar, no estaría de más que analizaran, por
ejemplo, el sobrecoste sanitario que suponen estos novedosos hábitos
alimenticios; que indaguen en las causas del alarmante incremento de alergias e
intolerancias alimentarias. Que calculen ese incesante ir y venir, por ejemplo
de patatas, entre los diferentes países europeos.
Que nos dejen comer en paz, con
productores bien pagados y alimentos cercanos.
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