[Artículo publicado por el director de
GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 26 de septiembre]
Al fin un festival para que todos disfruten del vino.
Aburrido está uno de las ferias especializadas, donde gran parte de colegas
compiten para ver quién es el más radical criticando los vinos, y las bodegas
luchan por encontrar un comprador o logar un espacio en cualquier medio de
comunicación.
Y las que se celebran esta ciudad, salvo la de Montañana,
una feliz excepción, suelen ser sectoriales, por zonas o bodegas determinadas,
e incluso foráneas, como la que organizó recientemente la DOP de Rioja. Pero
resulta que no teníamos ninguna feria en una Zaragoza enclavada en el centro de
ese inmenso territorio de viñedos que es Aragón.
Porque el sentimiento unitario no es precisamente una virtud
de la cultura la mayoría de nuestras bodegas. Se puede entender que en tiempos
de crisis y bajo consumo compitan entre sí para robarse los escasos clientes
que todavía bebemos vino con cierta frecuencia. Pero parece más astuto
dedicarse a buscar nuevos mercados: los jóvenes, las familias, las señoras
mayores que ocupan las cafeterías por las tardes, etc.
Las cifras son espeluznantes. Siendo España uno de los
mayores productores de vino del mundo, bebemos, según las cifras más
optimistas, unos 22 litros por persona y año, con clara tendencia a la baja
desde hace tres décadas. En Luxemburgo, siempre en 2012, beben 50, y en
Dinamarca, 32.
El vino es asunto ‘viejuno’
en nuestro país. Utilizado en celebraciones, en las comidas más formales,
va desapareciendo de nuestra vida cotidiana. En los bares de tapas o en los
establecimientos más sofisticados apenas se ven copas de vino. Justo lo
contrario de lo que sucede en Berlín, Londres o Milán. Eso sí, somos los que
más ginebra, en forma de gin-tonic, bebemos en todo el mundo.
Y no es solamente cultura y tradiciones lo que estamos
perdiendo. La viña, el vino, sostienen muchos campos que servirían para poco
más, son economía sostenible y no deslocalizable. Y por mucho que Rajoy gritara
aquello de «¡Viva el vino!» apenas les interesa a nuestros políticos.
Así nos va. ¡Viva el porrón!