[Artículo publicado por el director de
GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 11 de julio]
Mientras el Gobierno de Rajoy –ese señor que gritaba desde
la oposición «¡Viva el vino!»− mantiene su borrador de anteproyecto de ley de
Prevención del Consumo de Bebidas Alcohólicas por Menores, quedan motivos para
la esperanza.
Es cierto que todo el sector, desde las organizaciones
agrarias hasta las interprofesionales, se han rebelado contra un texto que
criminaliza el vino, equiparándolo a otras bebidas alcohólicas, con las que
poco tiene que ver. Pues resulta muy difícil llegar al coma etílico a través
del vino, contrariamente a otros destilados de los que nuestro país es campeón
en consumo por persona.
Y sigue descendiendo el consumo de vino, un sector que
facturó en 2013 casi 4500 millones, con los puestos de trabajo que ello
conlleva. Pero que, además, fija la población y crea riqueza en el medio rural;
contribuye a absorber el nocivo CO2, tarea por la que pagamos a otros países, como Polonia; y, sobre
todo, supone una forma de vida y una cultura a la que no debemos –ni podemos−
renunciar.
Agrias noticias, que tienen su afortunado contrapunto en Las uvas dulces, esas mismas que cantaba
ayer Mª José Hernández en el teatro Principal donde, también ayer y no por
casualidad, se presentaba el germen de lo que será el movimiento Slowine aragonés. De la mano de Slow
Food, su presidente en Zaragoza, Jorge Hernández recalcó la necesidad de
recuperar todo el mundo cultural inherente al vino y atraer al mismo a los
jóvenes. Pues, una vez más, en España caminamos a traspiés y mientras en el
resto del mundo el consumo moderado del vino es una costumbre generalizada
entre quienes tienen lejanas las canas, aquí se imponen los gin-tonics. Y planteó precisamente lo
medioambiental como una estrategia para recuperarlos.
Entre todos hemos conseguido ritualizar el vino en exceso,
alejándolo de la convivialidad, la fiesta y la alegría, que son su sentido
primigenio. Perdamos, pues, tanta afectación y nos dediquemos a paladearlo, en
copa de lujo, si se quiere, pero también en vaso y con gaseosa.
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