[Artículo publicado por el director de GASTRO
ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 17 de julio]
En los días
de verano, por ocio o vacaciones, placer o necesidad, se suele salir mucho más
a comer o cenar. Y se aprovecha para descubrir nuevos establecimientos, los que
se encuentran en su zona, o amoldarse a lo que hay, los que se encuentran lejos
de casa. Hasta ahí todo perfecto.
Sin embargo,
sobrevuela un problema, que puede llegar a ser grave en ocasiones. Las
expectativas del cliente, qué es lo que espera del establecimiento. Casi nadie
−¡ojo, alguno hay!− se pide un chuletón en un vegetariano o una paella en un
italiano. Hasta aquí el asunto parece claro y tan solo hay que informarse
mínimamente antes de entrar en el establecimiento en cuestión, que además suele
colgar su oferta en el exterior.
Pero hay
quienes salen a comer y cenar para saciarse, incluso para fartarse de forma
desesperada, como si fuera su última cena. Y se enfadan si las raciones no son
tan abundantes como querrían sus inagotables instintos. Otros, en cambio,
sentimos cierta molestia cuando los platos desbordan una comida que quizá no
podamos terminar.
Haylos
–sucedió hace unos días en Zaragoza− que tras finalizar un menú degustación,
piden un chuletón, pues la oferta les ha parecido escasa o no les ha gustado.
La repetida y manida crítica hacia la alta gastronomía, plato grande y poca
comida. Hasta que Arzak, hace ya décadas, pesó su menú degustación y demostró
que había la misma o más cantidad que en cualquier menú diario de polígono
industrial.
Indague estos
meses vacacionales, pero no pida peras al olmo. Si no va a un festival rockero
en la playa para escuchar gregorianos, no pida al bar o restaurante aquello
para lo que no está preparado. Afortunadamente, a los clientes nos queda la
libertad de elegir donde disfrutamos de la gastronomía; a los profesionales,
tan sólo, la opción de explicar claramente cuáles son sus propuestas.
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