[Artículo publicado por el director de GASTRO
ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 24 de enero]
Ignoro si algunos son
especialistas en crear problemas donde antes no los había, o se esfuerzan en
crearnos temas de conversación que nos alejen de los habituales –la crisis y
tal−, auspiciando asuntos, además, para cumplimentar las columnas semanales.
Gracias, por lo que le toca a uno.
También desconozco si la
descoordinación institucional y legislativa −¿no tenemos asesores para eso?−
entra en la generación de mayor debate, pero el caso es que lo han conseguido.
¿Estaban los del gobierno autónomo en la reunión? ¿No saben, no contestan?
El caso es que ya tenemos
tema: las mascotas en los bares. La norma regional dice que no pueden entrar,
pero el ayuntamiento muy leal quiere que sí. Y, mientras tanto, los hosteleros
perplejos y dubitativos, pues no es cuestión de despreciar clientes en estos
tiempos. ¿Les dejo entrar? Los perros no suelen beber en las barras, ni tapear,
pero algunos dueños sí. ¿Y si viene un inspector autonómico y se mosquea? Eso
suponiendo que solamente los perros y gatos, sean mascotas, porque hay, y es respetable
–en su casa−, gente que convive también con lagartos, serpientes, etc.
Vaya por delante, por si
acaso, que a uno le parece muy bien la posesión personal de mascotas, desde
perros hasta culebras, que de todo hay. Otra cosa es que tengamos que competir
con ellas por los espacios supuestamente ciudadanos: si estoy tomándome unos
torreznos en una terraza sita en un parque de más de mil metros –creo− y un
simpático perro de más de diez kilos se abalanza sobre ellos… ¿Qué hago? O si
busco relajarme con una tranquila copa tras un duro día de curro y un animal
–literalmente− me mira con cara de pocos amigos… Por cierto, ¿una rata en un
bar, vale como mascota?
Soy fumador y entiendo que
me larguen a la calle. Me va a costar más disfrutar de una tapa con un animal
al lado, aunque teóricamente no me moleste –pero lo veo, y se quye me mira mal−.
Y sobre todo, voy a sufrir al constatar todo lo que está consiguiendo que el
bar, el restaurante, pierda esa función social, y mediterránea, de ámbito de
relación entre animales humanos.
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