[Artículo
publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del
viernes, 3 de enero]
Uno
siempre se ha sorprendido ante esos hogares que cuentan con televisión en las
normalmente diminutas cocinas urbanas; otra cosa es en la rurales, o en las
grandes, donde además de cocinar se convive. Pero, a tenor de los datos,
parecería que su ubicación allí resulta imprescindible. Pues a los habituales
programas de recetas o a la temática Canal Cocina, se le han sumado este año
los diferentes chefs –Master, Top y master junior− o la pesadilla de Chicote. Y
se anuncian bastantes más, desde uno dedicado a los postres, de la mano de
Torreblanca, a otro centrado en las tapas, a cargo de Sandoval.
Parecería,
pues, que vivimos un intenso momento de exaltación gastronómica, mas las
apariencias engañan y mucho. De una parte, las televisiones españolas, públicas
y privadas, tienden a copiarse entre sí, buscando la mínima rentabilidad de la
moda, antes que arriesgarse buscando formatos nuevos. Funcionan los programas
de cocina, pues a producir muchos, lo más parecidos posible. Lo que, además,
agradecerán muchos de los importantes cocineros que están pasando por difíciles
momentos económicos.
Sin
embargo, la televisión, incluidos estos “gastronómicos”
se ve en el salón. Y seguramente, muchos lo harán rodeados de pizzas
precocinadas, snacks varios o bandejas de “malcenados”.
Disfrutarán de lo que ven guisar, además de los asuntos propios de estas “realidades virtuales”, pero serán
incapaces de cocinar más allá del microondas.
Quiérese
decir que cuando la cocina se convierte en espectáculo, pierde gran parte de su
sentido, sí no todo. Cuanto menos se guisa en los hogares, más se recurre a los
platos preparados –más baratos, pero menos gustosos y saludables− y, como
mucho, se práctica en los fogones a modo de ocio de fin de semana, en más
espectáculo televisivo se convierte.
¿Un
símbolo de este nuevo paradigma impuesto, al que algunos todavía llaman crisis?
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