La DOP Aceite de oliva Sierra de Moncayo ha obtenido el reconocimiento europeo. Vista de olivares de la denominación. |
[Artículo publicado en EL PERIÓDICO DE
ARAGÓN, del viernes, 3 de enero]
Ya
lo ha dicho el secretario general de la UAGA al presentar el balance del año
2013, al calificar
de «anodino» al consejero de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente, Modesto
Lobón, que no era precisamente –antes de su llegada a la consejería− un
político que pasara desapercibido. Lo que contrasta con la frenética actividad
de su antecesor, titular también –matiz nada fútil− de Alimentación.
Ciertamente,
los presupuestos ha disminuido en gran medida, que podría haber sido menor,
pero no lo es menos que este departamento ha decidido suspender las importantes
labores de promoción de nuestros productos, la presencia en ferias, las
acciones divulgadoras a través de Sirasa o actividades tan celebradas como “5
al día”, etc. Y parece más opción política que resignación ante los escasos
dineros públicos. Y el tímido apoyo que ha llegado, ha sido de la mano de
Turismo y/o Economía, lo que no está mal, pero no resulta suficiente.
Lo que hay
que sumar un sector excesivamente acostumbrado a la subvención, al empuje por
parte de la administración, que en demasiadas ocasiones se siente incapaz de
lanzarse al ruedo de los mercados, de la venta y promoción en el exterior; en
definitiva, de ir más allá de la mera producción. Que, en general, sigue siendo
de alta calidad.
Así,
repasando las noticias que deparó 2013 cabe preguntarse si existe nuestra
agroindustria. Más allá de alguna inauguración o promesa de inversión, escasa
presencia se ha visto en los últimos doce o veinticuatro meses.
Entre las
escasas alegrías, y como estaba previsto, Europa ha reconocido las dos últimas
denominaciones de origen protegidas aragonesas, la Cebolla Fuentes de Ebro y el
Aceite de oliva Sierra de Moncayo. Pero el Jamón de Teruel apenas despega, el
Melocotón de Calanda y el aceite del Bajo Aragón subsisten como pueden,
mientras que los vinos se han volcado en la exportación para tratar de dar
salida a sus vinos. Y el Espárrago de Navarra –que también ampara a parte de
territorio aragonés− cada vez es más foral.
Quizá sea la
IGP Ternasco de Aragón la única que se ha implicado en la promoción de su producto,
bien colaborando con su escaparate natural, la hostelería, bien con numerosas
acciones propias. Mientras que la agricultura ecológica se mantiene, antes por
la sensibilidad ciudadana –crecen los huertos y determinados comercios de
proximidad, se mantiene el mercado de los sábados en Zaragoza−, que por la
propia iniciativa del comité.
Los pequeños
productores, los artesanos agroalimentarios, van salvando los muebles, feriando
de ciudad en ciudad o acomodándose como mejor pueden a las nuevas tecnologías.
Y los grandes –medianos, si consideramos la escala nacional− siguen mirando más
allá que acá, donde somos pocos y no muy dados a consumir lo nuestro.
Magro
panorama, pues; año perdido para reencontrarse con el cliente natural, el
local, aunque por comenzar el año de forma optimista, sí se aprecian atisbos de
futuras colaboraciones. Aragón con gusto
puede ser un ejemplo, la trufa, otro, pero se antoja magro para un sector que
debe ser –eso proclaman todos− estratégico para el futuro de Aragón.
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