[Artículo
publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del
viernes, 27 de diciembre]
En
Tramacastilla de Albarracín, la Hospedería El Batán luce ya la primera estrella turolense. FOTO ALMOZARA |
Huesca
vuelve a ser pionera,
gracias al Lillas Pastia,
en obtener dos soles para la
restauración aragonesa.
FOTO ALMOZARA
|
Mal que bien,
reinventándose, la mayoría de los restaurantes aragoneses van capeando la
crisis
Comenzando
por lo agradable, 2013 no ha sido un mal año, en general, para los restaurantes
aragoneses. Se obtuvo la quinta estrella de la guía roja, en la provincia de
Teruel, para la Hospedería El Batán, que de alguna forma equilibra el mapa de
la comunidad, y comienzan a llegar los dobles soles de la guía competidora, con
los dos que ha concedido al Lillas Pastia, que abren una vía para el resto de
restaurantes punteros.
Por
otra parte, la celebración del festival gastronómico Aragón con gusto, más allá de las valoraciones concretas de sus
resultados, supone el inicio de promociones conjuntas entre las cuatro mayores
asociaciones de empresarios de hostelería de la comunidad y el propio Gobierno
de Aragón, a través de la Dirección general de Turismo. Y todo apunta a que
tenga continuidad en el tiempo, propiciando una imagen conjunta de nuestra
oferta, sean restaurantes, bares, hoteles, productos, etc.
Pues
si de algo ha adolecido hasta la fecha la gastronomía aragonesa es la falta de
una identidad propia y diferenciada, capaz de trascender nuestras fronteras.
Nuestra oferta se ve con simpatía, es cierto, pero con una imagen de
rusticidad, de sencillas elaboraciones, lo que dista mucho de una realidad con
muchas caras. Pero todo indica que en 2014 se continuará por este camino
colaborativo entre todos los actores de nuestra gastronomía.
Aperturas y
cierres
También
ha sido un año convulso, en el que hemos visto como han seguido cerrando
numerosos establecimientos, algunos históricos, y otros se mantienen en un mero
estado de supervivencia. El concepto clásico de restaurante, que abre sus
puertas solamente para dar de comer y cenar, está llamado o a la extinción, o a
la especialización, sea en el apartado de la alta cocina, las étnicas,
especializadas, etc.; o al restaurante de servicio, que se gana la vida gracias
a sus numerosos menús económicos y solventes.
Por
el contrario, la mayoría de los establecimientos, bastantes, que han abierto en
este año todavía de crisis, lo hacen con un diseño diferente. Pensados para que
su cocina trabaje desde los desayunos hasta las cenas, pasando por almuerzos,
tapas, comidas, meriendas, etc. Aprovechando las instalaciones para vender
servicios durante el mayor tiempo posible, a la vez que adaptándose a las
necesidades de una clientela que, cada vez más, sabe lo que quiere.
Y
entre los dos modelos queda el de franquicias, que obtiene su rentabilidad
gracias a un funcionamiento llamémosle industrial,
donde los profesionales son perfectamente sustituibles o intercambiables, ya
que todo está medido y diseñado desde la central.
Es
ahora el momento de los clientes. Cuando las ofertas se diversifican, y unos
optan por bajar precios, mientras otros se centran en la calidad, la
profesionalidad o la oferta diferenciada, deben ser los consumidores los que
decidan quién, qué modelo, sobrevivirá.
Ya
no basta con ese habitual «no volveré» cuando le sirven mal, sin solucionar el
problema en el momento. Hay que protestar, educadamente eso sí, para que los
buenos profesionales puedan reaccionar y solucionar carencias que quizá
desconocían. Tal debería ser el propósito de los buenos aficionados a la
gastronomía para el año que llega.
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