[Artículo publicado por
el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 22 de
marzo]
Será casualidad. O no, porque el
año pasado se celebró en otras fechas. Ha llegado a Zaragoza, precisamente en
las mismas fechas que el festival gastronómico, una de esas ferias
multitudinarias que supuestamente promocionan alimentos foráneos. Y escribo
supuestamente, pues es cara y la calidad del género no responde a lo prometido.
El hecho ha provocado ya que
varios restaurantes zaragozanos abandonen su gremio ante la pasividad del mismo
respecto al evento. Pues no es la primera vez. Cada vez que hay concentración
de consumidores —navidades, pilares, sanlorenzos, vaquillas, etc.— aparecen
estos chiringuitos culinarios —se cuida uno de llamarlos gastronómicos— para
sacar tajada del pastel popular.
Lo mismo sucede habitualmente en
Huesca, donde ayer la municipalidad también tuvo que escuchar las críticas de
la hostelería, de algún batallador hostelero, ante su laxitud a la hora de
autorizar estos eventos.
Y es lícito... siempre que
cumplan la ley. Pues habitualmente las condiciones higiénicas y sanitarias de
los mismos dejan bastante que desear. Y ni de lejos cumplen las normas —muchas
veces absurdas— que se exigen a los bares y restaurantes para permanecer
abiertos.
Las hostelería atiende las
necesidades de la población, genera y paga impuestos, además de contribuir a
animar el paisaje ciudadano. Por ello resulta penoso que se permitan, en estas
condiciones, saraos basados únicamente en el lucro, el de ellos y el de los
propios ayuntamientos; y si al menos ingresaran mucho para la cantinela del
déficit...
No se ven lejanos los tiempos que
la hostelería responda antes estos eventos —otros sí están justificados—,
acuciada por la crisis. ¿Y si decidieran cerrar a lo largo de todo un día como
protesta? ¿Qué haríamos? ¿Dónde tomaríamos el cafecito o la caña o, simplemente
aliviaríamos la vejiga? Al loro.
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