sábado, 16 de marzo de 2013

¿Comen los papas palomas?


[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 8 de marzo]
Es de suponer, por aquello de evitar el canibalismo, que el flamante Francisco I no habrá celebrado su ascenso al papado con un buen asado de paloma torcaz. Un ejercicio que hubiera revelado su disposición a renovar la institución que más de mil discursos.
Salvando el hecho de su avanzada edad, lo propio, por aquello de su origen argentino, sería un buen plato de carne, por ejemplo con salsa chimichurri. Quizá, al tener ascendencia italiana, tras algo de pasta o verdura servida al dente, como gusta en la vecina península, grandes devoradores de vegetales, por poco que se sepa.
Lo cierto es que viene del Nuevo Mundo, como tantas otras cosas que se integraron en la cocina europea, definiendo, por cierto, la dieta mediterránea, que no se entendería sin tomate, pimientos, patatas o alubias. Y su condición de jesuita lo entronca con las cocinas orientales, pues es sabido que fue esta orden quien introdujo la ya mundial tempura en el imperio del sol naciente.
Y lo hace en un momento en que la alimentación mundial se enfrenta a una dura encrucijada. Vale que se debe ocupar mayormente de lo espiritual, pero sin sustento material el espíritu da poco de sí.
Mientras los países emergentes y las multinacionales de la agroindustria acaparan terrenos productivos en África y Sudamérica, el sistema alimentario mundial se uniformiza, generando a la par obesidad en las sociedades desarrolladas y hambrunas en el resto. Además de las crecientes sospechas sobre las procedencias, calidades e identificación de aquello que comemos.
Ya digo que para la Iglesia Católica el alimento ha sido siempre secundario, salvo cuando se utilizaba para imponer normas y costumbres, como los abundantes ayunos, abstinencias y preceptos, que nadan tiene que envidiar a otras religiones.
Sin embargo, en su principal oración no se olvida de “Danos hoy, nuestro pan de cada día”. Pues eso.

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