sábado, 1 de agosto de 2015

Paradojas

[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 31 de julio]

Ya tenemos gastronetas en Zaragoza, que es como recomienda la Fundación del español urgente denominar al food truck con el sentido de «camioneta en la que se preparan platos de alta cocina, a menudo en ferias gastronómicas». Ayer se instalaron en el entorno del lago de Puerto Venecia y allí estarán sirviendo diferentes especialidades gastronómicas.
Sin embargo, la normativa española, en general –alguna ciudad como Sevilla, no− impide que estas gastronetas rueden por la ciudad, aparquen y ofrezcan sus servicios. Con lo que tan solo se instalan en suelos privados y el motor y la rueda se tornan prescindibles.
Una paradoja más de cómo la administración regula el sector agroalimentario. A ojo de buen cubero, o desde la lejana perspectiva de un despacho bien amueblado. Pues si me intoxico en un aparcamiento privado, ¿por qué sí lo iba a hacer en una plaza pública?
Por mucho que algunos de los últimos gobiernos que hemos sufridos se definan como liberales, lo cierto es que estamos rodeados de normas, regulaciones, prescripciones y prohibiciones. Lo que no tendría que ser ni bueno, ni malo, si existiera una relativa prontitud a la hora de atender las nuevas demandas del sector.
Pasó, por ejemplo, con las flores comestibles, todo un calvario para regularizar su distribución. Sigue ocurriendo con determinados productos artesanos, alejados de la regularidad industrial. Y pasa con la venta de comida callejera.
Sí, en el Pilar veíamos carritos vendiendo salchichas, pero era algo temporal, como la laxitud ante la multitud de puestos callejeros de comida. Pero ya se sabe que en fiestas nadie sufre molestias digestivas, ingiera lo que ingiera; se supone.
Al menos, obviando que el paisaje será siempre el mismo, nos podemos hacer la ilusión de que nos encontramos en California o Berlín. Pero las gastronetas, sin cantearse.

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