[Artículo publicado por el director de GASTRO
ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 7 de agosto]
Estamos acostumbrados a que actores, cantantes diversos,
escuálidos intelectuales –novelistas y articulistas más bien− opinen sobre
diferentes asuntos del común, aprovechando su privilegiada posición ante el
resto de la sociedad. Nada que objetar, eso es libertad, como cada cual es
libre de respetar las opiniones y los asertos sobre diferentes políticas de
Ramoncín o Juan Manuel de Prada, por poner dos ejemplos.
Sin embargo, cuando los cocineros opinan, resulta más
frecuente escuchar el consabido «qué sabrá ese de política», «a mí me va a
decir lo que hay qué hacer, etc.». Y eso que el gremio suele ser bastante
discreto a la hora de pronunciarse, por más que tantos asuntos tengan que ver
con su oficio y sapiencia: el hambre, la desnutrición, las enfermedades
–¡tantas y cada vez más!−, la sostenibilidad del mundo rural e, incluso, las
condiciones laborales de los inmigrantes; que muchos de ellos se hacinan en las
cocinas.
De ahí que haya que saludar la valentía del cocinero José
Andrés, ese español que llegó a los Estados Unidos veinteañero y con unos pocos
dólares, y ha hecho realidad el denominado sueño
americano. Resulta que Andrés, ante las cotidianas burradas que exclama día
sí, y otro también, el aspirante a candidato Donald Trump, sobre los emigrantes
mexicanos, ha decidido romper su relación contractual, que incluía un
restaurante de lujo en uno de los hoteles del magnate.
Y Andrés, coherente ante sus trabajadores, mexicanos
inmigrantes muchos de ellos, y gran parte de su clientela –latinos de alto
poder adquisitivo, obvio−, se marcha del proyecto, sin miedo ante la millonaria
demanda prometida por Trump.
Esperemos que su gesto anime a sus colegas españoles a que
se pronuncien sin miedo, al menos ante aquellos asuntos de su competencia, que
va desde ese oscuro TTIP, que nos cambiará la vida, hasta los comedores
escolares. Quedamos a la espera.
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