En los últimos años, nuestra soberanía alimentaria (el
derecho a decidir lo que queremos producir, lo que queremos consumir...) ha
sido vulnerada y hemos ido perdiendo la capacidad de decidir e, incluso, de
exigir una alimentación de calidad. Las grandes superficies han proliferado en
las ciudades y han ido deteriorando nuestros hábitos alimentarios. Detrás de
este sistema alimentario global nos encontramos con las grandes corporaciones
que, con el beneplácito de nuestros gobiernos y parlamentos, controlan la
producción y distribución de los alimentos, considerados como un bien de
negocio y no un derecho humano, sin importar las repercusiones sociales,
económicas y ambientales que lleva asociados.
¿Qué comemos? ¿De dónde viene aquello que consumimos?
¿Cómo se ha producido? Son algunas de las cuestiones que preocupan, cada día
más, a una parte significativa de la ciudadanía. Frente al empobrecimiento de
los pequeños agricultores, la pérdida de agrodiversidad, los escándalos
alimentarios… reivindicamos la capacidad de decidir sobre las políticas
agrícolas y alimentarias.
1.- UN ESPACIO
PRODUCTIVO: RECUPERAR UNA AGRICULTURA DE PROXIMIDAD
La existencia de extensos suelos aluviales de elevada
productividad y una amplia red de acequias hicieron que, desde antiguo, la
ciudad de Zaragoza se abasteciera de las frutas y verduras cultivadas en sus
huertas periurbanas. La globalización del mercado ha llevado a pensar que
podíamos prescindir de los espacios agrarios sin consecuencias graves para la
sostenibilidad de las ciudades. En la actualidad, la mayoría de los productos
que forman parte de nuestra alimentación provienen de espacios cada vez más
lejanos mientras nuestro suelo agrícola se ha ido urbanizando a la vez que se
abandonaba la producción hortícola. Tenemos la responsabilidad de preservar para
las generaciones futuras lo que nos queda de este suelo no renovable y, por
todo ello, es urgente la creación de la figura de Parque Agrícola que recupere
una agricultura de proximidad y permita una producción y consumo más
sostenible.
2.- UNA AGRICULTURA
ECOLÓGICA: BUENA PARA EL MEDIO AMBIENTE
El auge de las formas
de producción agraria basadas en el sobreconsumo de agua, energía,
fertilizantes y pesticidas químicos está teniendo repercusiones ambientales
importantes entre las que cabe destacar la contaminación del suelo, la pérdida
de biodiversidad, el deterioro de los recursos hídricos superficiales y
subterráneos de todo el planeta, así como el aumento de las emisiones de CO2.
Además, el incremento incesante del precio del petróleo hace que la agricultura
ecológica, más eficiente en cuanto al uso de energía, sea más sostenible, desde
el punto de vista económico y ambiental, que la convencional. Hay otra
forma de producir, respetuosa con el medio ambiente y beneficiosa para nuestra
salud.
3.- UNA AGRICULTURA
ECOLÓGICA: BUENA PARA LA SALUD
La calidad y la seguridad de los alimentos que comemos
está cada vez más en entredicho a raíz de los escándalos alimentarios: dioxinas
en los pollos, priones locos en las vacas, transgénicos, antibióticos para el engorde,...
El uso generalizado de pesticidas y fertilizantes químicos en la producción
convencional eleva la posibilidad de encontrar residuos en los alimentos con un
riesgo considerable para la salud de las personas consumidoras y de quienes
trabajan en la agricultura. Según muchos estudios sobre nutrición, gran parte
de las enfermedades degenerativas tienen su origen en la alimentación. La
agricultura ecológica es la única forma de asegurar al consumidor unos
alimentos más sanos y con mejores cualidades nutritivas. Además, en la
agricultura ecológica no están autorizados los transgénicos, organismos
genéticamente modificados.
4.- UNA AGRICULTURA QUE POTENCIE LAS
VARIEDADES LOCALES
La agricultura intensiva ha ido sustituyendo las variedades tradicionales,
adaptadas al suelo y clima de cada zona, resultado de un proceso de selección
milenario llevado a cabo por generaciones de hortelanos y hortelanas. Es
importante recuperar este patrimonio genético que se encuentra al borde de la
desaparición. Un ejemplo claro es el caso del tomate. En el mundo se habla de
la existencia de hasta 18.000 variedades, frente a las 3.000 en el caso de
estado español y las cerca de 200 variedades en Aragón. Por contra, hoy en día
podemos encontrar en el mercado apenas 8 o 10 variedades de tomates y podríamos
contar con los dedos de una mano las que corresponderían a variedades
aragonesas. Las variedades que encontramos en el mercado no difieren entre
comunidades autónomas ni incluso entre países.
5.- UNA AGRICULTURA QUE
RECUPERE LOS SABORES DE LOS PRODUCTOS
Cada vez consumimos
productos importados de más lejos que deben ser recolectados antes de su
maduración, manipulados, envasados, refrigerados y transportados hasta los
mercados de las ciudades, donde llegan sin su frescor, sabor y propiedades.
Demandamos productos ecológicos, próximos y de temporada que se recolecten en
el punto óptimo de maduración y conserven su auténtico aroma, color y sabor así
como sus propiedades nutricionales.
6.- UNA AGRICULTURA QUE
IMPULSE LA ECONOMÍA LOCAL Y LA CREACIÓN DE PUESTOS DE TRABAJO
Zaragoza ha sido una ciudad agrícola con gran número de
personas que trabajaban en su huerta y que abastecían a la población de
productos frescos desde su entorno más próximo. En los últimos tiempos, fruto
de la falta de políticas que apoyaran realmente los productos de la huerta de
Zaragoza, los espacios agrícolas que producían hortalizas y frutas se han ido
reconvirtiendo y el número de hortelanos ha ido disminuyendo de forma
alarmante. Es importante valorar el trabajo agrícola y la profesión de
agricultor o agricultora a la vez que recuperar la producción hortícola de
proximidad que genere puestos de trabajo y que permita una alimentación local y
de temporada de tipo agroecológico.
7.- UNA AGRICULTURA QUE
APOYE LA COMERCIALIZACIÓN DE CIRCUITO CORTO
Defendemos un nuevo concepto de “circuito corto” que
disminuya las intermediaciones entre las figuras de productor y consumidor.
Este "circuito corto", apoyado en una economía local, permitirá
generar puestos de trabajo así como saber qué comemos y cómo se ha producido.
En definitiva, conseguirá recuperar la relación de confianza entre productor y
consumidor.
Este sistema debe ayudar a mejorar las rentas percibidas
por quienes producen, así como justificar el precio final pagado por quienes
consumen. Del mismo modo, la cercanía entre productores y consumidores supone
una menor emisión de gases contaminantes derivada de las actividades de
transporte, almacenamiento y logística alimentaria.
8.-UN PATRIMONIO
CULTURAL Y PAISAJÍSTICO
Zaragoza, ubicada en la confluencia de tres ríos y un
canal, ha sido una ciudad agrícola desde sus orígenes. El paisaje agrario, la
red de acequias o las torres agrícolas han ido desapareciendo o deteriorándose
y lo que todavía permanece constituye un patrimonio histórico y cultural que
hay que conocer, proteger, conservar y divulgar. La falta de políticas que
apostaran por el impulso de una agricultura de proximidad ha conllevado que los
gobiernos municipales fueran modificando los planes generales de ordenación
urbana (PGOU) para permitir la expansión de la ciudad sobre espacios agrícolas,
destruyendo de esta manera porciones sustanciales del espacio productivo con su
correspondiente patrimonio paisajístico y cultural. Es urgente y necesario
invertir esta tendencia y desarrollar un Plan de la Huerta que ponga en valor
este patrimonio y lo proteja.
9.- UN ESPACIO AGRÍCOLA EDUCATIVO
Los espacios agrícolas constituyen un patrimonio
paisajístico, natural, histórico y cultural que, sin embargo, es muy poco
conocido y valorado por la población. Es necesario poner en marcha un proceso
informativo y educativo entre los diferentes sectores de población que permita
desarrollar una nueva cultura del suelo que reconozca la importancia de
nuestros paisajes agrícolas, valore el papel de las personas que en ellos han
trabajado a lo largo de la historia así como los beneficios que puede suponer
para la ciudad el contar con una agricultura ecológica de proximidad.
El espacio agrícola constituye asimismo un recurso
educativo para la formación de nuevas personas agricultoras y una fuente de
investigación científica que debe impulsarse desde las universidades y centros
de investigación.
10.- UN ESPACIO PARA EL DISFRUTE Y EL
ENCUENTRO SOCIAL
Los espacios agrícolas constituyen lugares privilegiados
para el paseo y el disfrute en torno a los cuales deberían promoverse
actividades culturales y de ocio que aumenten la calidad de vida de la
población y que constituyan una oferta turística complementaria a los ingresos
de la producción agrícola. Recuperar espacios urbanos para el desarrollo de
huertos sociales, además de obtener productos para el autoconsumo, constituye
una oportunidad para "repensar" la ciudad, mantener el contacto
con la tierra, fomentar las relaciones sociales y el intercambio de
experiencias. El gran auge de estos huertos urbanos precisa una normativa
específica que regule su sistema de alquiler así como la forma de producción de
los mismos.
Y PARA QUE TODO ESTO SEA
POSIBLE
Es importante que existan políticas
públicas decididas que apuesten por una producción agrícola y un consumo de
proximidad, a la vez que espacios de participación social que actúen de
impulsores y dinamizadores de los espacios agrarios periurbanos.
POR TODO ELLO Y COMO
PRIMER PASO PROPONEMOS
Que el Ayuntamiento de Zaragoza ponga en
marcha las medidas necesarias que permitan desarrollar la siguiente resolución
aprobada en el Pleno municipal de fecha 13 de noviembre: “el Gobierno de Zaragoza se compromete
a la realización de un experiencia piloto de huerta ecológica de km. 0. Dicha
experiencia podría desarrollarse bien en terreno municipal o privado del
entorno de Zaragoza, tras acuerdo de alquiler con los propietarios”