sábado, 23 de febrero de 2013

Hambre


[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 22 de febrero]

El fantasma del hambre cada día es más corpóreo en nuestro país. De ello algo, poco, se debió de hablar en el debate de la nación, pues uno, a pesar de la inicial voluntad, se aburrió enseguida de escuchar monólogos preparados y entrelazados. Mas los datos son tozudos y las cifras de Caritas, de los comedores sociales, de otras oenegés dan cuenta de una triste y dura realidad que no disminuye, antes bien.
La duda estriba en si nuestro parlamento es capaz de afrontar problemas como éste, derivados finalmente de una estrategia global de los mercados, sobre las que poco o nada parece poderse hacer. La salida de la crisis, cuando llegue, solucionará probablemente los males de muchos, pero no el mal de fondo, el sistema alimentario en que vivimos.
Cuando multinacionales y gobiernos compran terrenos agrícolas en países poco desarrollados; cuando gran parte de la producción agraria se destina a cebar ganado —cuya carne luego se mezclará con equinos húngaros—, y siempre con los biocombustibles asomando la patita; cuando las materias primas —sí, los alimentos— son simples objetos de especulación en las bolsas y mercados financieros; cuando alternamos el consumo de grasas y productos contra el colesterol: cuando hemos desechado asumir nuestra soberanía alimentaria... ¿qué hacer?
Desechada a corto plazo la política actual y convencional como modo de transformación, queda la opción, lenta, pero segura, del ciudadano-consumidor. El que decide sus hábitos de acuerdo con su sensibilidad social y no en función de la siempre apetecible publicidad. El que asume el valor de la cercanía y la independencia de multinacionales. El que opta cada día cuando saca su monedero y no la tarjeta de crédito.
Y recuerden que no hace más de treinta años a los ecologistas se les consideraba, sin más, unos locos utópicos. El tiempo sigue dando razones.

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