[Artículo publicado
por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 20 de
marzo]
La palabra ‘urbanidad’
es de esas que van desapareciendo, un poco por antigua, y un mucho por falta de
uso. Y la urbanidad, también conocida como ‘buena
educación’ es cada día más necesaria en los restaurantes.
No hablamos siquiera de los clásicos. Esos niños que
corretean gritando entre las mesas –como es su obligación de infantes−,
mientras sus despreocupados padres se afanan en el filete o el gin-tonic,
despreciando su obligación de educadores. O el griterío de determinados
comensales, entrechocando sus copas, riendo a molestas carcajadas, como si
todos tuviéramos que compartir su ‘felicidad’.
Y los camareros descuidados en su aspecto, los que señalan los ingredientes con
el dedo, quienes te tratan como si fueras su enemigo, etc.
No, hoy tocan las nuevas tecnologías, esas que están que
están modificando los hábitos en numerosos restaurantes. Existe un estudio,
llevado a cabo en un restaurante neoyorquino, que asegura que el uso que hacen
los clientes del teléfono móvil ralentiza el servicio, lo que se traduce
en pérdidas económicas.
Las fotos, con y sin flash, con esos comensales que rodean
la mesa hasta encontrar el −¿mejor?− plano y presumir ante sus amigotes. Las
constantes conversaciones a voz en grito a través del aparatito, como si al
resto nos importaran sus amores o negocios. La obsesión por encontrar el dato
al instante, privando a la compañía de agradables digresiones. O esos que hasta
se llevan la tablet a la mesa, como si no pudieran vivir desconectados.
La mesa es un lugar de encuentro para, en principio, comer
en compañía, propia y ajena. Habrá circunstancias colaterales, que si negocios,
celebraciones, necesidad, etc., pero lo sustancial es la comida, cerca de
personas desconocidas. De ahí que se exija un mínimo comportamiento, voces
quedas, escasos desplazamientos por la sala, ausencia de fogonazos, etc.
Esperemos que no tengan que prohibir los móviles en los
restaurantes o, incluso, instalar inhibidores. Pero de ser así, uno lo
celebrará… en silencio, eso sí.
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