[Artículo publicado por
el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 5 de abril]
Lo ecológico en alimentación
—como la ecología “política” hace unas décadas— parece ser cosa de cuatro locos,
donde se entremezclan vegetarianos, radicales, desencantados y militantes de la
vida sana. Antes bien. No es sino aplicar criterios sensatos —que diría Rajoy—
ante la producción y el consumo de alimentos.
Que no son, precisamente, los de
la gran y poderosa agroindustria. Esa que mueve toneladas de alimentos de un rincón
a otro del planeta, sin otro objetivo que maximizar beneficios; que vende sus
aparentemente baratos productos, apoyados en una eficaz publicidad, sin
importar apenas los efectos sobre la salud a largo plazo —lo que recuerda, y
sirve de símil, a los venenos contra las ratas; solamente funcionan si las
matan tiempo después—; esa, finalmente, que ha convertido a la comida en
industria y producto, olvidando que es también cultura y modo de vida.
Y aunque parezca que no, el
mensaje va calando. Sirva como ejemplo desde la jornada que se celebró ayer en
el Paraninfo, rebosante de vitalidad y empuje, hasta los propios mercados
agroecológicos zaragozanos —¿cuándo semanales?—, para nada reducto de
marginalidad, donde conviven, comerciando civilizadamente, productores, señoras
enjoyadas y rastas iniciados en el trabajo del campo.
Aunque quizá todavía no haya que
ponerse apocalíptico —basta con ser rajoyanamente sensato—, parece obligado
replantearse nuestra alimentación. Sin renunciar a golosinas, pizzas o platos preparados,
pero sin basar la comida en ellos. Recuperando los productos de temporada,
siempre más abundantes y baratos. Buscando lo cercano, lo del vecino, que así
también vivirá de lo nuestro. Incluso, recuperando solidarias costumbres como embotar
tomates o asar pimientos, ahora que la tecnología nos ayuda.
Porque jamás, ni siquiera en las
peores pesadillas futuristas, nadie se creyó aquello de que nos alimentaríamos
con pastillitas de colores. Y es que comer, además de un derecho, debe ser un
placer.
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