[Artículo publicado por el director de GASTRO
ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 21 de septiembre]
Mientras estos días nuestros
representantes políticos debaten sobre el estado de Aragón, la vida sigue fuera
de la Aljafería. Y si en esta ocasión la concreción en proyectos es poca, pues
se impone la falta de recursos públicos, tampoco se aprecia una mayor atención
hacia el devenir cotidiano del sector agroalimentario, gastronómico y turismo.
Las buenas palabras no faltan.
Hay que apoyar las microindustrias agroalimentarias, generadoras de empleo
rural y desarrollo sostenible; el turismo es una parte importante del PIB
aragonés, por lo que se debe promocionar para atraer nuevos turistas; la
gastronomía es un activo que se debe visualizar; etcétera.
Pero, a la hora de la verdad, lo
concreto, lo de cada día, nada sucede. Las iniciativas de los llamados
emprendedores se pierden en un mar de papeles, como si la burocracia, sin
nuevos proyectos que acometer, se gustara en destripar la letra pequeña, en vez
de apoyar. No vemos a nuestros representantes acudir a las manifestaciones
gastronómicas o agroalimentarias más allá de las inauguraciones de rigor, en
las que están más atentos a las relaciones políticas que a lo que allí se
celebra.
Y esa pléyade de productores,
comercializadores, cocineros, pequeños empresarios, todos con dificultades para
llegar a fin de mes, asisten, cada vez más indignados, a un escenario en el que
sus problemas parecen no importar nada. Es una tragedia que cierre una empresa
de cien trabajadores, mas no parece que tenga la misma importancia que sean
otros cien, bien que de uno en uno, o a pares, los que lleguen al paro porque
el sector agoniza.
Vale que quizá poco puedan hacer.
Pero nos gustaría ver a un grupo de diputados comiendo en un restaurante el
menú diario; acudiendo al mercado un sábado no electoral; o simplemente
paseando un sábado, sin séquito, por cualquiera de nuestras villas turísticas.
Por lo menos, reconfortaría.
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