[Artículo publicado por
el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 9 de junio]
Es cierto que la garnacha está de
moda. Pero no debemos quedarnos allí, pues las modas son efímeras —por más que
vuelvan años después— y la garnacha, que ya estaba, permanecerá. Así, hablemos
del triunfo de la garnacha.
Una variedad autóctona, a la que
todos reconocían su origen aragonés cuando no se consideraba apta para su
vinificación en solitario y a la que le están saliendo —Parker mediante—
numerosos padres sobrevenidos.
Pero los datos, la realidad es
tozuda, Lenin dixit. Y es aquí donde
más se cultiva, en proporción por supuesto, y también donde ha dado el salto a
la fama y el prestigio. Se elaboran ya magníficos monovarietales, los gurús los
alaban —con el consiguiente aumento de ventas— y los consumidores la piden. Así
que en puridad podemos escribir de Aragón como patria de la garnacha.
Y fue el Campo de Borja —de
actualidad esta semana por su muestra de garnachas o la semana gastronómica,
asociando vino y gastronomía— el pionero, con su decidida apuesta por el
Imperio de la garnacha. Por cierto, que el número actual de Gastro Aragón lleva el vino de garnacha
en la portada y como tema principal. Pero la plantación de garnachas está
creciendo en todas las zonas vitícolas aragonesas.
De forma que hay que mantener la
tensión. Seguir elaborando estos vinos, personales y agradecidos cuando se les
trata en consonancia —curiosamente, haciéndoles sufrir—, eligiendo los mejores
pagos y vinificando pensando en calidad y no cantidad.
Pero, además, hay que reivindicar
su origen, asociar su nombre a nuestra tierra. Siquiera por una vez,
rentabilizar en positivo, el arduo trabajo previo.
Eso sí,
mientras los jefes se felicitaban de
estas iniciativas de la DOP Campo de Borja, que además se alió con el jamón de
Teruel para la fiesta de las garnachas, el agua servida en la presentación a
los medios era de una multinacional francesa. ¡Viva la coherencia!
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