[Artículo publicado por
el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 29 de junio]
Ya es oficial: los españoles
bebemos más zumos que vino. Según los datos de Asozumos, la asociación de
productores de zumos y néctares, los españoles consumimos una media de 22,5
litros el pasado año 2011. Seis más que de vino. Y eso sin contar los zumos que
cada cual se elabore en su propia casa.
Y no tiene uno nada en contra de
estos envasados, de muy variadas calidades, por cierto. Pero sí sufre ante el
aparentemente leve, pero cada vez más consolidado cambio de modelo alimentario.
En España, país de enorme riqueza y variedad en frutas, la estamos sustituyendo
por su variante líquida. Y si parece
lógico que un sueco se aplique 28 litros de zumo cada año, pues no puede
acercarse a la frutería y comprar alberges en sazón, aquí no tenemos —no
deberíamos tener— dicho problema.
El posmoderno argumentará que si
la salud, el grado alcohólico, la frescura, etc. Y no le faltará razón, pero,
como todos ellos, se olvida de mirar atrás y entender por qué existían
determinadas costumbres en nuestro país. Como el vino con gaseosa o sifón, para
los menos golosos, eso que la mercadotecnia quiso vender, sin conseguirlo, como
tinto de verano. O la sangría, que para mayor abundancia, incorpora
precisamente frutas.
Ciertamente, hace tiempo que
desde los medios nos empeñamos en dignificar el vino, convirtiéndolo en objeto de deseo, en bebida sofisticada,
con lo que se produjo un brusco corte generacional —la transición tampoco fue
ajena al fenómeno—, que ha logrado que los más jóvenes no beban vino. Ecuación
española: consume habitualmente vino = 35 años o más. Que no se cumple en el
resto de Europa, ni siquiera en Italia o Grecia.
Así que, aprovechando la excusa
del calor, dele al vino con gaseosa o sifón —mejor, si es mejor vino—, y
disfrute de un trago largo y refrescante. Que ya llegará el otoño para que paladeemos el vino en una copa en
consonancia.
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