Jorge Navascués, enólogo de la casa junto a Inmaculada Ramón. FOTO GABINETE ALMOZARA |
Un momento de la presentación pública |
Los vinos, a, tinto; l, rosado. FOTO ALMOZARA |
Los dos primeros vinos de pago de
Aragón ya están en el mercado, para poder ser disfrutados estas próximas
fiestas. Los vinos de pago suponen el escalón superior de calidad en los vinos,
con requisitos más estrictos que las denominaciones de origen. Pago de Aylés es
la primera bodega aragonesa en alcanzar esta distinción, que apenas la poseen
una docena de elaboradores en España, ya que cumplir una serie de exigencias,
como demostrar que la finca, en la que debe ubicarse la bodega, posee unas
condiciones de suelo y clima diferenciadas y propias. Además el vino debe ser de calidad y reconocido prestigio, con cepas de más de diez años y una tradición vinícola demostrable.
condiciones de suelo y clima diferenciadas y propias. Además el vino debe ser de calidad y reconocido prestigio, con cepas de más de diez años y una tradición vinícola demostrable.
Vino y diseño
En este decisivo paso, Pago de
Aylés ha optado, inteligentemente, por un cambio de imagen en sus botellas. Los
nuevos vinos de pago vienen presentados en botellas oscuras, serigrafiadas en
blanco, con las diferentes letras de la marca para diferenciar los vinos. Así,
el primero, el tinto joven, se conoce como el Aylés “a”, mientras que el rosado
corresponde a la “l”. A lo largo de los próximos meses se irá completando la
serie, con el “y”, un tinto con barrica; el “é”, blanco; un tinto de larga
crianza, el “s”, y el “3”, que evoca al afamado 3 de 3000, el vino de más alta
gama de la casa.
Lógicamente, los nuevos vinos
mantienen la esencia de Aylés, pero tanto la propiedad, como los dos
responsables técnicos del vino, Inmaculada Ramón y Jorge Navascués, han querido
ofrecer algo más a los aficionados.
Así, el rosado, elaborado a
partir de garnacha y tempranillo, busca mayor complejidad, más cuerpo. No es el
típico rosado aromático y ligero, sino que ofrece una elegante corpulencia. Un
vino capaz de soportar prácticamente cualquier comida y que gracias a si acidez
podrá consumirse mucho tiempo después de lo habitual, que suele ser un año. En
definitiva, un rosado que enamorará a muchos consumidores de tinto.
Por su parte, el joven también
escapa de las convenciones. Con un ligero paso por madera, que le aporta vigor,
esta mezcla de merlot, tempranillo, garnacha y cabernet, de bonito color,
supera también las expectativas, rompiendo la dicotomía joven/crianza, para
situarse en la de vino excelente.
Y lo más importante de todo. A
pesar de la complejidad que supone la elaboración de estos vinos y todo su
proceso de control, los precios son más que razonables, pues no superarán en
tienda los 9 euros. Un placer al alcance de la mayoría.
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