[Artículo publicado por el director de GASTRO
ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 3 de junio]
Ya Berlanga ironizó sobre ello
en su magnífica película Plácido.
Para los más jóvenes: a partir de la campaña franquista «Siente un pobre a su
mesa» ideada para unas navidades, el valenciano se reía de la falsa caridad y de
cómo la burguesía se limpiaba la conciencia de forma cómoda. Aunque ciertamente
suavizó lo filmado, ya que en una primera versión los ricos que invitaban a los
pobres se comían las pechugas de los pollos, mientras lo segundos se resignaban
con las alitas.
Y por más que la «caridad y
beneficencia» parezcan estar reñidas con la gastronomía, por simples razones
estéticas, lo cierto es que desde hace unos años están bastantes unidas. Nada
que objetar, en principio, a esta alusión a la «mala conciencia» que ayuda a
entidades serias como Acción contra el hambre u otras similares, que reclaman
nuestra solidaridad cuando, precisamente, estamos disfrutando del ocio y la
comida.
Pero sí mucho que objetar a la actual
proliferación de eventos, desayunos, comidas y cenas, organizadas por supuestos
profesionales cuyos resultados se suelen traducir en un exiguo cheque para la
entidad que ha aceptado de buena fe dar la cara y poner su nombre y logotipo.
Pues ya hemos visto en demasiadas ocasiones cómo los cocineros ponen materia
prima, esfuerzo y horas de manera altruista; el restaurante cede sus
instalaciones; los medios regalan la publicidad… pero los organizadores sí
cobran por su trabajo, y a precio de mercado, si no más.
Dejando por sentado y
escribiendo por delante que la lucha contra todas las injusticias es deber del
Estado, lamentablemente –y por mucho tiempo− sigue siendo necesario que existan
las oenegés, que llegan donde no lo hace la administración y en muchas
ocasiones de forma más eficaz.
Pero de ahí a que avisados
pillos, se dediquen a explotar tanto a las organizaciones como a los
profesionales que ceden sus servicios existe un largo trecho. Que últimamente
se salta con mucha facilidad. Por mucho que uno se duerma con la conciencia más
tranquila y la tripa repleta de ricas viandas solidarias.
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