Interesante cata de
absentas y sardinas añejadas
El hombre del paraguas verde... |
..luego nos sirvió la absenta. |
Nunca llegó a estar prohibida en España, donde apenas se consumía, pero sí en otros países como Francia. Se trata de la absenta, esa mítica bebida rodeada siempre de un halo de misterio, pero perfectamente respetable cuando se la trata con la debida consideración.
Tal era el objetivo de La Papila Crítica al organizar una cata de absentas y sardinas añejadas, dirigida de forma magistral por el sumiller Jesús Solanas, que aprovechó la ocasión para desvelar el nombre de su nuevo proyecto, el restaurante Absinthium, que abrirá en septiembre y donde no faltará esta bebida, servida con agua y azúcar, que precisamente cuenta con el ajenjo –artemisia absinthium– como ingrediente fundamental.
Solanas repasó la alianza entre el ajenjo y las bebidas –ya Dioscórides explica cómo los griegos lo agregaban al vino, entre otras especias–, en un camino paralelo al vermú, aunque éste aparece posteriormente. El ajenjo, amargo y digestivo, se puede tomar en infusión –como se hizo en la cata–, pero así sus principios activos no se expresan.
Es decir, necesita alcohol y es lo que sucede en 1798, en la frontera franco-suiza, cuando surge la primera absenta, que pronto devino popular y aclamada. Pues de bebida local pasa a ser medicinal, merced a las guerras coloniales francesas; los militares, a su vuelta, la extienden por París, donde se convierte en bebida de moda.
Cuenta Solanas que en 1910, los 45 millones de franceses consumían 300 millones de litros al año, más de 6,6 por persona de media. El creciente alcoholismo y la aparición de movimientos antiaalcohol –la famosa ley seca estaba al caer–, consiguen que sea prohibida en Francia desde 1915... hasta 1999. Sin embargo en otros países como España seguía legal, aunque poco consumida; incluso se fabricó aquí durante bastante tiempo, botellas ahora objeto de coleccionismo. De ahí la actual pasión francesa por el pernod y otros anisados, que también se vuelven traslúcidos a mezclarse con agua.
Todo un rito
A pesar del mito del alcoholismo y las alucinaciones, la absenta era una bebida social, que se solía tomar a las cinco de la tarde, de una forma muy peculiar. En las mesas se disponían unas garrafas de agua con hielo, provistas de varios grifos, de forma que cada bebedor controlara el suyo.
Diferentes jarras de agua con hielo, y sus grifos para verter el contenido sobre la absenta. Se encontrarán a partir de septiembre en el Absinthium. |
Sobre una gruesa copa se coloca una cuchara perforada, con un terrón de azúcar, tal como se aprecia en la fotografía. Si se consumía a la francesa, la absenta ya estaba en la copa y el cliente hacía caer el agua helada sobre el terrón, que se diluía cayendo a la copa; así hasta lograr una proporción de cinco a uno. Se removía y a beber.
Absenta servida a la francesa. |
Sin embargo, en el servicio a la checa, se empapa el terrón con la absenta, se quema –consiguiendo los aportes de la caramelización– y se reanuda el mismo proceso de la gota a gota.
Todo ello lo pudieron disfrutar los asistentes a la cata, provista de los materiales que poblarán el nuevo Absinthium, donde se podrá disfrutar de diversas absentas. Aquí se comenzó con una suiza, Kübler, de 53 º, la más anisada de las tres, elaborada donde nació este destilado, posteriormente macerado con las hierbas. Tras ella, la francesa Vieux Pontarlier, de 65 º, que cuenta con una doble destilación, para concluir con Jade Terminus, 68 º, una absenta oxigenada, elabora en el valle de Loira, que reproduce las de la Belle Époque, a partir de ingredientes ecológicos; añejada, destilada y comercializada tras dos años en botella.
Sardinas con añada
Y con la absenta, sardinillas de lata en aceite de oliva, fechadas aproximadamente en 2015, Cuca; más de tres años, Artemar; y 2008, Ramón Peña. Absolutamente diferentes en texturas y sabor –igual que los aceites que contenían–, con más intensidad la más antigua.
La más joven a la izquierda, La añejada, del 2008, a la derecha. |
Explicó Solanas que estas latas se pueden consumir largo tiempo –tienen fecha de consumo preferente, mas no caducidad; en Canadá, por ejemplo, nada se indica– y que se van afinando con el tiempo, aportando nuevos sabores. Que, por cierto, combinan muy bien con la absenta.
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