lunes, 9 de febrero de 2015

Eloy Martínez, el pionero de la trufa del Moncayo

[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del domingo, 8 de febrero]



Llegó a la truficultura por curiosidad y hoy es el truficultor de referencia en la provincia de Zaragoza


Eloy y su perra Tina, sacando una trufa. Gabi Orte / chilindrón.es

Pasaría en cualquier bar por un jubilado más, tomándose un vino con los amigos. Pero en estas fechas, si uno se le acerca, detecta un aroma extraño, que evoca a los bencenos, aunque de forma muy agradable, cautivadora podríase decir. Es Eloy Martínez, quien fuera el primero en recoger una trufa cultivada en el entorno del Moncayo.
Cuando a finales del siglo pasado comenzábamos a valorar la trufa, poco, pues era una actividad prácticamente clandestina, apenas se hablaba de Graus y Sarrión, los dos mercados tradicionales. De hecho, ya había quien desde antes sostenía que en el Moncayo se cazaba trufa, lo que era acogido con general escepticismo.
Fue por entonces cuando las diputaciones provinciales de Huesca y Teruel comenzaron con las ayudas a la truficultura, lo que ha logrado que Aragón sea en estos el mayor productor mundial de trufa, con las cautelas propias de una estimación, dado que siguen faltando datos objetivos.
Pero, antes, en Vera de Moncayo alguien ya pensaba en trufas. Era Eloy Martínez, en alerta desde que a mediados de los ochenta se encontró por el monte a unos peculiares cazadores.
«Estábamos cazando –recuerda−, cuando vimos a una pareja de Barcelona con un perrito en nuestro coto. Les explicamos que allí no se podía cazar, que era un coto privado, aunque es cierto que no llevaban escopeta, y nos dijeron que se dedicaban a buscar trufas como afición».
En aquel momento le surgió la pasión. Preguntó, se movió, contactó con buscadores expertos de Graus y sí, confirmaron que en el Moncayo se daban muy bien las trufas. Fue el primer paso y se convirtió también él en cazador de trufas. «Buscaba trufa para algunas de mis amistades, pues en alguna de mis fincas sí había silvestre. Pero la mayoría de la gente no entendía nada. Me preguntaban, burlones, ¿Eloy, que tal llevas las chufas?»

La primera explotación
Eloy, inquieto y curioso, quería más. Supo de Carlos Palazón, que trabajaba en lo que ahora es el CITA −«el número uno en el estudio de la trufa»−, de la posibilidad de cultivar la trufa gracias a los árboles micorrizados –que han sido contaminados para que la trufa crezca en sus raíces− y en 1999 plantó en Litago su primera explotación. Un absoluto fracaso.
Pero no se amedrantó, convencido del potencial de la zona, su apuesta en la tecnología y la fe en su proyecto. Además ya intuía que la sobreexplotación de las truferas naturales podía acabar con su implantación.
Al año siguiente, en Litago, siempre con el asesoramiento de expertos como Palazón o Juan José Barruiso –actual responsable en el CITA de la investigación sobre la trufa− plantó cien plantas micorrizadas, mitad roble, mitad carrasca, las cuidó y se dedicó a esperar, pacientemente. A los cinco años «conseguí sacar dos trufas. La del roble pesaba 220 gramos y estaba tan emocionado que la rompí en tres trozos». La de la encina o carrasca era sensiblemente menor, de apenas 20 gramos.
Y se convirtió en truficultor, en el primero de la provincia de Zaragoza, título del que presume orgulloso. Y se ha convertido en la referencia de la trufa del Moncayo, impulsor de la asociación provincial y dispuesto siempre a ayudar a quien emprenda esa apasionante aventura de domar los denominados diamantes negros.
Pues, aunque sencilla, la truficultura requiere sus técnicas y trucos. Hay que vallar las explotaciones para que corzos y jabalíes no las invadan y se las coman; establecer un sistema de riego, mejor por microaspersiones, para que la trufa obtenga el agua necesaria, sobre todo si no caen tormentas en verano. Y, lo más importante, hay que adiestrar a uno o varios perros.

La recolección de la trufa
En una explotación trufera, un ajeno apenas ve una serie de árboles, plantados en el caso de Eloy cada seis metros. La trufa está, sí, pero enterrada bajo la tierra, asociada a las raíces, pero invisible a cualquiera; menos a los cerdos, la mosca de la trufa −suilla gigantea y algunos perros entrenados.
Las cerdas son muy buenas buscando la trufa, ya que sus aromas les recuerdan a las feromonas sexuales, pero se las comen con avidez, por lo que apenas se utilizan. La mosca suele marcar el lugar donde se encuentra la trufa madura, pero, explica Eloy, «si no estás muy atento, enseguida se mueve, y cavas pero no encuentras nada».
Así que el perro se ha convertido en el compañero imprescindible, previo entrenamiento. No son de ninguna raza en especial y casi es mejor que no sean cazadores, porque se pueden despertar. «Tiene que ser juguetón, cariñoso, tragón y dócil», explica Eloy Martínez, que calcula que solo vale uno de cada diez.
Al perro hay que entrenarlo. «Se le da a oler la trufa y se le premia, pero tiene que estar perfectamente madura. Luego se van escondiendo para que las busque, como si fuera un juego, y siempre con su premio». El tiempo y la práctica harán lo demás, como ha pasado con Tina, de 18 meses, una de las compañeras de Eloy.
Ya solo falta subir a la explotación, animar al perro a que busque y, una vez marcada la trufa, sacarla con el puñal con cuidado para no dañarla.
Sin embargo Eloy va más allá. Considera que se debería restringir el plazo de recolección, que actualmente abarca desde el 15 de noviembre al 15 de marzo, a los meses de diciembre a febrero, para no agotar las truferas. Asimismo, el practica una especie de siembra, dejando esporas procedentes de trufas demasiado maduras en los lugares de los que ha extraído la trufa, buscando regenerar y mejorar el terreno.




Basta con rallar un poco de trufa para dignificar un simple plato de pasta
Gabi Orte / chilindrón.es

Consejos para disfrutar de la trufa

Aunque parezca obvio, lo primer comprar una buena trufa fresca, que para eso Aragón es el mayor productor del mundo. La temporada abarca desde el 15 de noviembre al 15 de marzo, aunque las mejores son las de enero y febrero. Deseche los botecillos que suelen encontrarse en los lineales, ya que suelen contener trufa china, de mucha menor calidad.
El precio suele asustar, porque la tradición lo cuenta por kilos. Pero nadie compra tanta trufa, ni siquiera los cocineros profesionales. Para aderezar cuatro platos de pasta bastan unos 5 gramos de trufa, es decir dos euros y medio, cantidad más que razonable para darse un lujazo gastronómico.
¿Dónde encontrar? No es sencillo. En Zaragoza se encuentran en alguna tienda especializada y los sábados, en el mercado agroecológico, en el puesto de Bioráfales. Hay mercado todos los sábados por la tarde en Graus y el domingo, 15, se instalará uno en Teruel. Es, sin duda, la asignatura pendiente de los truferos aragoneses.
Una vez con la pieza en nuestro poder, habrá que limpiarla de la tierra adherida. Bastará con un cepillo y un ligero chorro de agua.
Pero si se va a guardar unos días, es mejor mantenerla con la propia tierra, en un bote hermético, dentro de una bolsita y con un trozo de papel, en el frigorífico. Cada día es conveniente abrir el bote y que respire la trufa.
Limpia la trufa, puede utilizarse para trufar huevos y arroz. Los huevos son porosos y absorben el aroma de la trufa en un par o tres de días; el arroz absorbe la humedad, pero le cuesta más tomar el aroma, un par o tres de semanas. Deposite los huevos o el arroz en un bote hermético junto con la trufa y recuerde oxigenar diariamente.
Si la trufa no se va a utilizar en breve, la mejor opción es congelarla, en opciones o entera. Si se elige la segunda opción, se puede sacar, rallar sobre los alimentos y volver rápidamente al congelador. También se puede conservar dentro de aceite, de forma que no le llegue el oxígeno, o en cualquier bebida muy alcohólica, como el brandy; ambos líquidos quedarán poderosamente aromatizados.

En la cocina
La trufa es fundamentalmente aroma, por lo que la opción más inteligente es rallarla sobre la comida a la hora de servir, o agregarla al guiso en el último momento.
Combina perfectamente con alimentos neutros, como la pasta, arroz y patatas. Unas patatas asadas, aunque sea al microondas, con un poco de aceite y trufa rallada se convierten en una exquisitez. Lo mismo sucede con cualquier pasta cocida y aliñada con aceite de oliva –si se desea, un poquito de ajo sofrito− y trufa por encima. Finalmente, un simple arroz cocido con un ligero caldo de ave y trufado al servir, se convierte en todo un manjar. Y por esos huevos ya trufados, fritos y con abundante trufa por encima, muchos aficionados llegarían a delinquir.
Laminadas en vez de ralladas y sumergidas en un buen aceite de oliva extra virgen, la trufa deviene en un aperitivo inolvidable.
Y por supuesto puede utilizarse para todo tipo de platos. Pero teniendo una buena trufa, en su justo punto de madurez, la mayoría de los aficionados optan por tomarla fresca, que es como mejor se aprecian sus atractivos aromas.


Tierra de trufas, dulce propuesta de la Bodega de Chema
Amplia oferta trufera

Poco a poco la trufa va adquiriendo el protagonismo que debe en Aragón. En estos días coinciden un buen número de jornadas y propuestas en torno a la trufa.

Bodega de Chema. Latassa, 34, Zaragoza. 976 555 014
Jornadas gastronómicas del cabrito y la trufa, hasta el 22 de febrero. Por 37 euros.
Entrantes: Quenelle de patata trufada con pulpo, gambas y pimentón de la Vera; Crema de garbanzos pedrosillanos, escalope de foie a la plancha, torreznos y trufa rallada; Ravioli crujiente de ternera guisada y manzana caramelizada con mantequilla trufada y nube de queso comté.
Segundos a elegir: Costillar de cabrito relleno de boletus, rebozuelo y trufa, jugo reducido al romero y patatas de la bodega; Esturión, crema de boniato y ensalada trufada de canónigo y escarola; o Medallones de lomo de ciervo sobre lecho de arroz trufado, cebolletas glaseadas y salsa del Perigord.
Postres a elegir: Tierra de trufas –elaborado con bizcocho de chocolate, galleta Oreo y helado de trufas– o Galleta de hojaldre con requesón casero tradicional y miel de trufa.
Para beber, Nietro garnacha de viñas viejas y blanco macabeo de viñas viejas, DOP Calatayud

Urola. San Juan de la Cruz, 9. Zaragoza. 976 560 221. www.taberna-urola.es
Jornadas de la trufa, hasta el 14 de marzo. Por 35 euros.
Entrante: Ensalada tibia de ternasco con piñones y trufas; Navajas, calabaza, emulsión de setas y trufa; Vieira, callos de bacalao, guisantes y trufa; y Tocino ibérico, espuma de patata y trufa.
Segundos a elegir: Salmón curado, yogur, caviar de salmón y soja y trufa  o Carrillera de ternera a baja temperatura, morro, manzana y trufa.
Postre:
Membrillo, queso y cuajada de oveja trufada.
Maridado con cava Agustí Torelló o vino
hasta finales de febrero

Gayarre. Ctra. del Aeropuerto, 370. Zaragoza. 976 344 386
Menú trufado. Fines de semana, hasta finales de febrero.  Por 45 euros.
Aperitivos:
Cristal de trufa (pan de cristal con trufa laminada y aceite de oliva del bajo Aragón)
Arroz cremoso (risotto con trufa)
Menú
Cilindros sorpresa con salsa trabada de tuber melanosporum
Huevo a baja temperatura con sopa de ajo, láminas de bacalao y crema de trufa
Carrilleras de ternera con milhojas de patata y trufa
Postre
Huevo relleno (chocolate y mousse aromatizada con trufa)
Valdubón crianza y Freixenet Barroco.

El Chalet. Santa Teresa de Jesús, 25. Zaragoza. 976 569 104.
Menú de tapas y trufa, hasta el 13 de febrero, por 45 euros, para mesas completas, que no incluyen la bebida.
La tostada del trufero (pan, aceite de oliva virgen y trufa)
Foie de pato, oro y trufa
Ravioli de setas y longaniza de Graus trufada
Alcachofas con langostinos, su royal y salsa trufas
Arroz meloso trufado y escabeche ligero de perdiz
Bacalao, purrusalda de trufas y aire de jamón
Noissette de solomillo de buey, trompeta negra y trufas
Trufa enterrada
La casa propone el siguiente maridaje, por un suplemento de 10 euros: Ámbar Negra, Anayón Chardonnay y Aragonia Especial Selección Garnacha

La Olivada. Royo, 14. Zaragoza. 976 071 660.
Durante febrero, menú degustación de la trufa. Por 20 euros, de martes a jueves; 23 euros, de viernes a sábado. Nueve propuestas todos ellos con trufa.

Bar Txoko. Doctor Horno, 26. Zaragoza. 976 211 554.
Hasta mediados de marzo, diferentes tapas y platos con trufa de Moncayo, como Tagliotini con mantequilla de trufa y huevas de pesto, Huevos con caviar de trufa, Manitas rellenas de trufa y más, Champiñón relleno, etc.

III jornadas gastronómicas de la trufa, hasta el 1 de marzo.
52 establecimientos entre bares y restaurantes repartidos por toda la provincia, con especial incidencia en la zona de Gúdar Javalambre, ofrecen desde tapas por 2 euros –tres con bebida− hasta menús a partir de 30 euros.

Excursiones a la trufa.

Domingo, 22, organizada por Urola, con visita a una explotación y almuerzo. 976 560 221





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