[Artículo publicado por
el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 14 de junio]
Que en Aragón se elabora queso,
es cosa más o menos sabida en casa. Que algunos de ellos son muy buenos, como
avalan los premios recibidos en diferentes certámenes internacionales, ya es
menos conocido. Y casi resulta clandestino, por el retraso que lleva, el
proyecto de lanzar al mercado la indicación geográfica protegida, Queso de
Teruel, cuyos moldes poseen una personal forma que recuerda al mudéjar de la
provincia.
Otro cantar es que estas
excelencias posean una identidad fuera de nuestras fronteras, como suele
suceder con la mayoría de nuestros productos estrella. Tenemos los mimbres para
tejer una identidad quesera aragonesa, partiendo de la amplia diversidad de las
piezas que se elaboran aquí, de vaca, oveja y cabra, de varias leches, y en
diferentes formatos, curaciones y sabores. Y siempre desde la artesanía, el
medio rural, la sostenibilidad, etc.
Además, el queso es de esos
productos muy vinculados al turismo. Es un recurso habitual que el viajero
prolongue su viaje volviendo a casa con exquisiteces que ha comprado durante
sus vacaciones. Y esta tierra, gobierno incluido, dicen que apuesta por el
turismo. ¿Por qué no reforzar esa imagen de Aragón, polimórfica, con la
diversidad de sus quesos? Desde la unidad que supone un territorio más o menos
conservado, predominantemente rural y natural, la pluralidad de quesos
artesanos sostiene un mensaje coherente y atractivo.
Aquí va gratis la propuesta, una
vez más. Que merecía ser considerada aprovechando que este fin de semana
Biescas acoge la tercera cata concurso de los quesos de Aragón. Es decir, en
puertas del valle de Tena, potencia turística aragonesa, entrada a la nieve
—vale, no en estas fechas—, se potencia la variedad del queso aragonés.
Pero ¿se vincula al turismo?
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