[Artículo publicado por el director de GASTRO
ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 3 de febrero}
Comenzó esta semana con el
discurso de ingreso de entrada en la Academia Aragonesa de Gastronomía leído
por Ángel González Vera, Influencia de los afrodisiacos y el erotismo
en la gastronomía, y se despide con la inauguración de la III ruta
de la tapa erótica, por Zaragoza y Utebo.
¿Existe la gastronomía erótica?
¿Funcionan los afrodisíacos? El nuevo académico no termina de pronunciarse,
mientras que el éxito de estas rutas de bares parecen apuntar hacia una
respuesta positiva.
Es cierto que determinados
nutrientes —el zinc de las ostras, por ejemplo— influyen en el tono sexual,
pero el valor de otros alimentos parece residir más en asociaciones —el
plátano, mismamente— que en otra cosa. Lo que no significa que unos alimentos
no aparezcan más sensuales que otros. Su escasez, el coste, la propia cultura,
contribuyen a que generalmente, y aquí, resulte más seductora una cena con
ostras y champagne, que un almuerzo de lentejas con vino, por muy exquisito que
éste sea. De hecho, la imaginería afrodisíaca
tiene más relación con las costumbres de cada lugar que con los fenómenos de las moléculas químicas. ¿O machacamos aquí
cuernos de rinoceronte?
Así, bienvenidas sean todas las
excusas para relacionar gastronomía y erotismo, donde el sentido del tacto
adquiere vital importancia. Mas debe ser educado continua y convenientemente
para trascender de sus primeros motivos fisiológicos— reproducción y
alimentación—, convirtiéndose en cultura. De ahí que, en ocasiones, resulte tan
placentero comer con las manos, sintiendo el alimento, su tacto y texturas, de
la misma manera que se disfruta al amasar una mezcla de harina, huevos y agua.
En cualquier caso, lo primero y
evidente, tanto ante la gastronomía, como frente al erotismo, son las ganas y
la disposición. El resto vendrá rodado, a poco que haya gana y se trabaje la
imaginación.
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