[Artículo publicado
por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 1 de mayo]
Uno de los criterios para identificar a una población como
urbe moderna es la existencia de varias centralidades. Que pueden generarse en
torno a entes culturales, el comercio, instalaciones deportivas o, como aquí se
comenta, la hostelería y la gastronomía.
Siguiendo dicho criterio, queda claro que Zaragoza no es
precisamente una ciudad a la última. La mayoría de los restaurantes representativos
y de nivel se ubican precisamente en el centro, en ese eje que abarca desde el
Casco histórico hasta la plaza san Francisco, anticipando la línea del tranvía.
Aunque, paradójicamente, el paseo de la Independencia no cuente con ninguno; sí
en su entorno, pero no bajo los porches.
Por otra parte, salvo honrosas excepciones, como el
estrellado La Prensa, o el demandado La Senda, apenas encontramos restaurantes
de altura en nuestros barrios. Los hay, y excelentes, de servicio, familiares,
pero escasean esos que acumulan puntos en las guías. Y, por ejemplo, la
población de las Delicias triplica la de Huesca, tan estrellada en las guías.
Un dato más para entender las características de la
gastronomía zaragozana –oferta y demanda−, que sigue esperando esa valoración
foránea. Faltan cocineros y empresarios capaces de generar proyectos
gastronómicos que nos hagan escaparnos del sempiterno centro.
Por ello resulta alentador que la asociación de cafés y
bares, mejor distribuidos por toda la ciudad, hayan apostado en esta edición
del concurso por la ‘tapa centrífuga’,
anticipando en los barrios la apertura de los mostradores. Pues, sépanlo,
podemos presumir de excelentes establecimientos de tapas en nuestros barrios,
desde el Fútbol –la bodega aragonesa más surtida, con 350 referencias− o A Mesa Puesta, en Torrero, hasta el Antiguo
bar La Jota, al «otro lado del Ebro». Por citar tres que ni siquiera concursan.
Falta, sí, convertirlos en zonas conocidas, promocionarlos,
configurar una oferta conjunta y atractiva, que haga imprescindible el
desplazamiento y no exija demasiada información previa por parte del
consumidor. Que sea ‘cool’
desplazarse para tapear.
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