[Artículo
publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del
viernes, 714 de febrero]
Cada cual ve la realidad desde su
particular óptica. Que puede estar –está− distorsionada debido a diferentes
circunstancias, desde las meramente ideológicas o las derivadas de la ubicación
personal −¿o es que Botín ha restringido sus gastos personales?−, sea la de un
parado crónico o la del que acaba de encontrar su primer trabajo y se lanza a
celebrarlo cenando con su pareja.
Viene lo anterior porque parece
que la hostelería se ha convertido en un termómetro de la situación actual.
Muchos comentan a este columnista –a veces en forma de pregunta, para ratificar
sus propias opiniones− que los restaurantes vuelven a estar llenos, que la
dichosa crisis –llámele cambio de modelo, por favor− se acaba. «No encontré
mesa para san Valero», «a ver dónde ceno esta noche, que está todo lleno», cuentan.
Pues no. Es cierto que
ocasionalmente los bares y restaurantes se llenan –afortunadamente, y faltaría
más−, pero no lo es menos que su facturación, por ejemplo en la segunda
quincena de enero, ha estado bajo mínimos. Lo que no implica, pues, que hayan
vuelto los viejos y agotados tiempos.
Afortunadamente, los españoles
quieren seguir saliendo y disfrutando de la gastronomía, y la compañía, en bares
y restaurantes. Pero sus exiguas economías se lo impiden de forma habitual,
como sucediera antaño. De forma que nos acercamos al modelo anglosajón, donde
salir es más excepción que costumbre, con lo que ello conlleva a la hora de
conformar la oferta hostelera.
Así, todos lo haremos en fechas
señaladas –y no habrá mesa donde queramos−, mientras que las cocinas
languidecen entre semana, salvo que haya Fima, obviamente. Desaparecidas para
siempre las alegres comidas de empresa, a cargo de tarjetas y cuentas del Gran
Capitán, la mayoría de la restauración ha de reconvertirse en lugares de
servicio, de menús rápidos y apañados, no de placer.
Es lo que hay, y no puede medirse
la actual situación de la gastronomía con las gafas de obsoletos paradigmas.
Qué le vamos a hacer.
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