[Artículo publicado por
el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 20 de abril}
Esa es
la impresión generalizada de cualquier aficionado al vino, especialmente si
supera esos exiguos 16 litros por español y año que nos toca de media —ni
siquiera dos botellas al mes—, ante el desarrollo de la pasada feria del vino
de Montañana. Un evento, empujado por el entusiasta trabajo de Marifé Aparicio
y su esposo Rafael Fernando, que se supera año tras año.
Aunque
las ayudas institucionales hayan descendido, nadie lo ha percibido. No cabían
más bodegas, cercanas, encontrándose con su público. Casi se agotaron los
alimentos aragoneses que allí, también, se aliaban con sus consumidores
naturales. Y, para mayor felicidad, la edad media de los asistentes bajaba
considerablemente la habitual entre los consumidores de vino. Mientras los
niños corrían o jugaban en su espacio, sus padres se aplicaban en conocer
nuevos vinos aragoneses.
Descubrimos
allí que, mientras exportamos vino a granel y barato —mayormente para compensar
los descensos en producción en Italia y Francia—, cada año se consumen en
España seis millones de botellas de lambrusco barato, especialmente a través de
las pizzerías y como motivo de fiesta entre parejas de jovencitos. ¿No seremos
capaces de reinventar el tinto con gaseosa o sifón? ¿De acercar la alejada
cultura del vino, con cualquier fórmula, por extraña que parezca a las nuevas
generaciones?
Explicó
allí el experto Salvador Manjón, director de la Semana Vitivinicola, que los
sabores dulces, afrutados y carbonatados son atractivos siempre para el ser
humano. Precisamente los que aporta el lambrusco y el vino con gaseosa. ¿A qué
esperamos, pues, para promocionarlo?
Esta
feria es única, pero su modelo debería exportarse a todas las cabeceras de
comarca, expandiendo una nueva cultura del vino. La idea es gratuita y los
hechos demuestran que no se requiere mucha inversión. Apenas trabajo y amor por
el vino.
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