[Artículo publicado por el director de GASTRO
ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 20 de septiembre]
Los sindicatos y las patronales
han logrado un principio de acuerdo para el convenio colectivo de hostelería,
lo que supone una excelente noticia.
Pero los datos que expresa Horeca
Zaragoza son más que alarmantes. En los últimos años, los hoteles han visto
disminuir su ocupación en un 34,24 %, ajustado precios en un 36,61 %, con
incremento de presión fiscal y los costes energéticos. También los restaurantes
y bares afirman un descenso en las ventas de un 40 %, desde el final de la
Expo, además de sufrir la competencia de actividades no permanentes de
hostelería o los erráticos criterios técnicos en la ordenanza de veladores. Con
lo que alcanza sentido la congelación de salarios en el sector.
No obstante, hay que recordar
también que, junto a los que cumplen, no son pocos quienes imponen largas
jornadas laborales a sus empleados, abusan de las cajas B o disminuyen la
calidad de los productos y servicios a los clientes.
Sabido es que la hostelería
supone, al menos de momento, una de las señas de identidad de nuestra cultura
mediterránea, que somos carne de bar y restaurante. Pero la crisis por un lado,
y un cierto cambio de hábitos, por el otro, pueden contribuir al fin del
modelo. Cierto que en España y Aragón no somos dados a las celebraciones en los
propios domicilios –que, afortunadamente para el sector, no están preparados
para ello−, pero se aprecian síntomas de cambio. Crecen quienes descubren que pueden
quedarse a cenar en casa con los amigos y, por tanto, disminuye la asistencia a
los locales de hostelería.
De forma que, una vez apaciguados
los conflictos laborales, el sector deberá repensarse, y ofrecer otros modelos
más adaptados a los nuevos, y futuros tiempos. Lo que no pasa únicamente por
ofertas en precios, con ser importante, sino en decidir qué tipo de hostelería
puede ser útil al aragonés del siglo XXI.
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