[Artículo publicado por
el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 2 de agosto]
Estas fechas
estivales, en las que parece que el tiempo se relaja, o que los teléfonos
suenan menos, aunque haya que permanecer atado al mismo, son un buen momento
para divertirse con domésticas indagaciones gastronómicas. Proponemos una,
reforzada por el mayor número de personas que salen a tomar el menú del día,
por muy diversas razones: desde cambios de horarios, hasta el tener a la
familia lejos, de vacaciones.
¿Por qué llenan
unos comedores y otros, similares y cercanos, no? Parecería que el precio es
determinante en estos tiempos de crisis, pero no. En sitios de menús a nueve
euros, por ejemplo, sobran mesas, mientras que tienen que duplicar turnos en
otros que lo ofrecen a 13,50.
Lo que indica
que el coste para el cliente no es el único argumento. Quizá sí para quienes
han de comer fuera todos los días, pero para los esporádicos priman otros
argumentos, igual de determinantes o más. Por ejemplo, la calidad o diferenciación
del menú; la frecuencia de cambio del mismo; si el café o la bebida están
incluidos y son apetecibles; la eficiencia y amabilidad del servicio; incluso
el propio ambiente del local y su decoración.
El precio es
importante, sí, pero no tanto para enfrascarse en una guerra con los vecinos, a
ver quién resiste más y se lleva el gato –el cliente−al agua. Algo que debería
estar asumido, pues ya hemos sufrido diferentes batallas, desde el café hasta
el pan, en las que apenas nadie ha salido beneficiado.
Así, habrá que
indagar cuáles son esos factores que atraen a la clientela esporádica. ¿Un
arroz con bogavante? ¿Un buen vino? ¿La correcta mantelería y vajilla? ¿Una
comida perfectamente diseñada desde el punto de vista nutricional? Son decenas
de argumentos los que pueden encontrar los visitantes ocasionales y que los
restaurantes de menú diario deberían explotar con habilidad, tratando de
fidelizarlos.
Ahí está la cuestión y no solamente en
la factura final.
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